jueves, 29 de agosto de 2013

Carmelo Zambrano Resumen #4

Universidad Central de Venezuela
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Escuela de Estudios Políticos y Administrativos
Prof. Edgar Pérez. Alumno: Zambrano M. Carmelo Enrique
Seminario: La Contemporaneidad del Pensamiento Político de Hannah Arendt.

HANNAH ARENDT
“LA CONDICIÓN HUMANA”

Capítulo IV
“Trabajo”

Arendt en este capítulohabla sobre el artificio humano que es producto de la creación del hombre mediante el trabajo. Este producto nos señala Arendt que se agota, por lo tanto el carácter duradero de este artificio humano no es absoluto.  Este producto se rige por un ciclo de vida, aludiendo que todas las cosas  tienen un fin inevitable, que además de agotarse en el tiempo, pueden quedar obsoletas debido a que todas las cosas son remplazadas constantemente con el cambio de generaciones.
Mediante este carácter duradero “limitado” que poseen las cosas, obtienen una especie de independencia frente a sus creadores.
El uso de los objetos, fabricados mediante el trabajo puede coincidir con el uso en la labor, ya que el elemento del desgaste en las dos se obtiene mediante el contacto del objeto con el organismo que lo utiliza.
Esta actividad de creación de lo artificial del hombre, según Harendt consiste en el concepto Marxista de la reificación que la definía como “la concepción de una abstracción u objeto como si fuera humano o poseyera vida y habilidades humanas”. El material entonces “es un producto de las manos humanas que han sacado de su lugar natural” nos menciona la autora, este elemento está presente en la fabricación y es entonces mediante esta alteración que el hombre se ha convertido en un destructor de la naturaleza.
Pero es mendiante esa destrucción y esa violencia que el hombre al momento de realizar el trabajo “homo faber”, diseña e inventa instrumentos que aligeran y mecanizan la labor del “animal laborans”. Estos instrumentos se vuelven propios al mundo al momento de que se realice el proceso de la labor,
El hombre no solo crea estas máquinas que aligeran el proceso tanto del trabajo como de la labor, sino que por esta facilidad brindada esos se convierten en siervos de estas, convirtiéndose hasta en una exigencia a la que se tiene que adecuar el individuo.
La mecanización entonces juega un papel de importancia, no solo en el trabajo sino además en la labor, en la cual el proceso de esta que corresponde también al repetido y automático ritmo del proceso de vida.
La diferencia entre útiles y máquinas, es que estos son los instrumentos a los cuales el hombre no es necesario que se ajuste, por el contrario cuando el hombre utiliza la maquina, dicho artificio humano exige al hombre que se ajuste su ritmo al de ellas, reemplazando de este modo al ritmo del cuerpo.
El hombre “homo faber” confía por entero en los primordiales útiles de sus manos, pero estos instrumentos aligeran y mecanizan la labor del “animal laboran”. Para la labor se necesita alcanzar mejores resultados de ejecución rítmica y ordenada, esta condición debe cumplirse ya sea un hombre el que labore o varios. Por el contrario los instrumentos en el caso del “homo faber” determinan el trabajo y la fabricación de la creación artificial.
En este proceso de trabajo el fin justifica los medios, y lo produce y organiza, hasta el punto que se justifica la violencia ejercida ante la naturaleza para la obtención del producto final.

Esta creación de cosas hechas por el hombre, se convierto en un hogar para los hombres mortales, creando de esta manera un mundo artificial en los cuales este debe de convivir, pero la estabilidad de este mundo perdurara al movimiento siempre cambiante de sus vidas y acciones “solo hasta el punto en que trascienda el puro funcionalismo de las cosas producidas para el consumo y la pura utilidad de los objetivos producidos para el uso. 

miércoles, 28 de agosto de 2013

WILBER ROSAL. Capitulo IV



CAPITULO IV
TRABAJO

En este capítulo, la autora explica de manera más detallada el concepto de “trabajo”. El concepto de trabajo está profundamente relacionado en Arendt con el concepto de construcción del mundo. A diferencia del trabajo de nuestros cuerpos, que se estudió en el capítulo anterior como la “labor”, el trabajo de nuestras manos, fabrica la interminable variedad de cosas cuya suma total constituye el artificio humano, el mundo en que vivimos. No son bienes de consumo sino objetos de uso, y su uso no causa su desaparición. Dan al mundo la estabilidad y solidez sin la cual no se podría confiar en él para albergar esta criatura inestable y mortal que es el hombre.
Pero estos objetos, resultado del trabajo de nuestras manos, tienen una característica esencial, y es que se agotan con el uso. Aunque no lo consumamos, aunque no lo usemos, las cosas del mundo en algún momento decaen y vuelven al total proceso natural del que fueron sacadas. Por lo tanto, la durabilidad del mundo de las cosas no es absoluta. Arendt coloca de ejemplo a una silla la cual abandonada a sí misma o arrojada del mundo humano, se convertirá de nuevo en madera, y la madera se degradará y retornará a la tierra de la que había surgido el árbol antes de ser talado y devenir el material sobre el que trabajar y con el que construir. Sin embargo, aunque el uso desgasta estos objetos, no era éste el propósito por el que fueron fabricados, por lo tanto, este fin no forma parte de un plan preconcebido, pero lo que el uso agota, es el carácter duradero. La destrucción, a pesar de inevitable, es accidental al uso pero inherente al consumo.
Este carácter duradero da a las cosas del mundo su relativa independencia con respecto a los hombres que las producen y que las usan, su objetividad que las hace oponerse, resistir y soportar, al menos por un tiempo, las necesidades y exigencias voraces de sus usuarios vivos. Frente a la subjetividad de los hombres se sitúa la objetividad del artificio hecho por el hombre y no la indiferencia de la naturaleza. . Sólo porque hemos erigido un mundo de objetos a partir de lo que la naturaleza nos da y hemos construido este ambiente artificial dentro de la naturaleza, podemos considerar a la naturaleza como algo “objetivo”. Sin un mundo entre los hombres y la naturaleza, habría movimiento eterno, pero no objetividad.
Explica la autora que el homo faber, para elaborar sus productos, se enfrenta a la naturaleza, sobre la cual ejerce una violencia que sería inevitable. El homo faber, extrae de la naturaleza la materia y la transforma en material, ya matando un proceso de vida, como en el caso del árbol que provee de madera, ya interrumpiendo uno de los procesos naturales más lentos, como en el caso del hierro, la piedra o el mármol arrancados del seno de la tierra.  Por eso es éste, el homo faber, el que actúa como si fuese el amo y señor de la Tierra y en ésta todo estuviese a su servicio, mientras que el animal laborans, el laborante, sometido a los ciclos de la vida biológica, sigue siendo el siervo de la naturaleza y de la Tierra. La experiencia de esta violencia es la más elemental de la fuerza humana y, al mismo tiempo, la opuesta del esfuerzo agotador y doloroso, experimentado en la pura labor.
A diferencia de la actividad de la labor, donde la labor y el consumo son sólo dos etapas de un idéntico proceso, la fabricación y el uso son dos procesos enteramente distintos. El fin del proceso de fabricación se da cuando la cosa está terminada, y este proceso no necesita ser repetido. El impulso hacia la repetición procede de la necesidad del artesano de ganarse su medio de subsistencia, esto es, del elemento de la labor inherente a su trabajo, o puede también provenir de la demanda de multiplicación en el mercado. En ambos casos, el proceso es repetido por razones externas a sí mismo, a diferencia de la compulsiva repetición inherente a la labor, en que uno debe comer para poder laborar y debe laborar para poder comer. Esta diferente relación se debe al hecho de que “lo que guía al trabajo de fabricación está al margen del fabricante”, indicando con esto que, mientras que son nuestras propias y subjetivas sensaciones las que nos inducen a laborar, la idea o modelo a partir del cual el homo faber fabrica algo, es exterior a él, y no queda destruida o agotada en el proceso mismo, como sí desaparecen los apremios vitales que motivan el laborar, una vez que han sido satisfechos.
Según lo explicado por Arendt, se puede afirmar entonces que, en el trabajo, el homo faber  goza de una independencia que el laborante no conoce. En efecto, podríamos vivir sin trabajar, pero no sin el esfuerzo cotidiano de la labor. Es por ello que el trabajo es el primer impulso del ser humano en cuanto tal, es decir, la primera actividad propiamente humana. Una vez satisfechas las necesidades vitales con el laborar, el ser humano podría detenerse y descansar. Por el contrario, es entonces cuando empieza a añadir cosas, objetos, mediante la fabricación, y por ello a construir su mundo, el del artificio humano como bien lo señala Arendt.
Todo esto nos lleva a la consideración del carácter instrumental de las cosas mundanas. Al respecto, Arendt afirma que la experiencia más fundamental que tenemos de la instrumentalidad surge del proceso de fabricación. Y aquí sí que es cierto que el fin justifica los medios, más aún, los produce y los organiza. El fin justifica la violencia ejercida sobre la naturaleza para obtener el material, tal como la madera justifica que matemos el árbol, y la mesa justifica la destrucción de la madera. La esencia de la instrumentalidad queda entonces perfectamente expresada por la categoría medios/fin, que es la que nos permite entender la utilidad del útil en términos del medio apropiado para obtener el fin que se busca, es decir el objeto, el producto. El homo faber vive pues en un mundo básicamente instrumental, en el cual, partiendo de sus propios modelos, crea en primer lugar útiles e instrumentos/medios, para alcanzar luego como fines, nuevos productos.
WILBER ROSAL
C.I: 20093548


WILBER ROSAL. Capitulo III



Capitulo II
LA ESFERA PÚBLICA Y LA PRIVADA

El hombre: animal social o político
En este capítulo la autora aclara que las actividades de la vita activa, son todas aquellas que pertenecen al mundo de hombres, por lo tanto no trascienden por completo, son parte del medio ambiente en el que vivimos. Sin embargo, este medio ambiente no existiría sin la actividad humana que lo produjo. Para Arendt la única actividad que requiere de la sociedad de los hombres es la acción. El hombre puede trabajar y laborar solo, fuera de la sociedad, sin la presencia de otro (aunque ya no sería humano si no un animal laborans) pero no puede tener acción, sin la constante presencia de los demás. En este punto la autora resalta algo que se mencionó en el capítulo anterior y es el tema de la pluralidad. La capacidad de acción del hombre no radica en su individualidad sino en la pluralidad con los demás.
Antiguamente, en la ciudad-estado griega, los que eran considerados ciudadanos de la polis, tenían dos ámbitos de vida, el privado el cual Arendt lo señala como “lo suyo” y lo público o “lo comunal”. La autora afirma que el pensamiento era secundario al discurso, pero discurso y acción se consideraban coexistentes e iguales. Ser político significaba persuadir por medio de las palabras, mientras que utilizar la violencia o mandar por la fuerza, se consideraba una forma pre-política, la cual únicamente tenía su justificación dentro del hogar y la vida familiar.
La Polis y la familia
            Antiguamente los asuntos públicos y los asuntos privados estaban claramente delimitados y diferenciados. El primero representa lo político y lo segunda la vida familiar. Pero con el surgimiento de la Edad Moderna, apareció una nueva esfera que no es ni pública ni privada. Esta es la esfera social. A partir de este momento, la línea divisoria que diferenciaba estas esferas empezó a desvanecerse ya que los asuntos públicos y privados se mezclaron en una sola esfera. Arendt explica que para los antiguos ciertos conceptos como los de “economía política” serían una contradicción ya que se estaría mezclando lo político con lo social, y la economía era meramente un asunto familiar.

En cuanto a la propiedad, hay una diferencia en lo que los modernos entienden por este concepto y lo que los antiguos entendían por la misma. Para los griegos la posesión de la propiedad era necesaria para la pertenencia a la esfera pública, sin poseer una casa el hombre no podía participar en los asuntos del mundo. Dentro del hogar, los hombres vivian llevados por sus necesidades y exigencias. El hombre debía llevar el sustento para su familiar mientras que la mujer tenía la tarea de la supervivencia de la especie. Pero en la esfera de la polis, no existían estas necesidades. Esta era considerada la esfera de la libertad, ya que las necesidades se suponían que eran satisfechas en la esfera privada. Algunos trabajadores pobres preferían su libertad a una mejor vida material como esclavos. Mientras la polis solo conocía de iguales, en la familia reinaba la desigualdad del Amo-Esposo sobre la mujer, los hijos y los esclavos. Ser libre para los griegos era ni gobernar ni ser gobernado. La igualdad tenía como sustancia el vivir entre pares (lo que presuponía en un punto la desigualdad con respecto a los que no entraban en la esfera de lo público). Ser libre era serlo de la desigualdad.

Debo reconocer que esta concepción  sobre la igualdad manejada antiguamente en la polis, me causó interés, ya que es totalmente distinta a la igualdad que conocemos hoy día. No se trataba de una igualdad de justicia, o estar sometidos todos bajo las mismas leyes, todo lo contrario, se trataba de una igualdad en la que no existían gobernantes ni gobernados.

En el mundo moderno las esferas de lo social y lo político están menos diferenciadas. El conjunto de las actividades domésticas y económicas han tomado tal relevancia que ahora estas son consideradas de interés colectivo. Para los griegos esto sería una total aberración. Esta realidad la podemos palpar fácilmente con el auge de las redes sociales, las cuales son de acceso público, pero los asuntos tratados allí en su mayoría tienen que ver con la intimidad, y la esfera privada de las personas. Esto demuestra el auge que han tenido los asuntos sociales en la Edad Moderna.

El auge de lo social
El “retraimiento” en los romanos y griegos era un refugio temporal de su actividad en la esfera pública. Pero en la modernidad se ha dejado de pensar a lo privado como privación. La esfera social ha crecido hasta abarcar a todos los miembros de la sociedad. En la modernidad existe una contradicción entre lo íntimo y lo social, ya que actualmente se afirma que lo íntimo es todo lo opuesto a lo social, con la que sin embargo se halla más próxima y auténticamente relacionado. Para los antiguos, en el ámbito de lo privado (antes del descubrimiento de lo íntimo) el hombre existía como mero ser animal, ya que en esta esfera es donde satisface sus necesidades básicas, de allí su desprecio por la esfera de lo privado. Pero la nueva esfera de lo social transformó todas las comunidades modernas en sociedades de trabajadores y empleados. Si utilizamos la terminología de Arendt podríamos afirmar entonces que actualmente el trabajo y la labor forman parte de la esfera social. Al respecto señala que en la Edad Moderna las actividades relacionadas con la pura supervivencia se permiten aparecer en público, teniendo como una de las principales características el fenómeno del conformismo.

La igualdad moderna está basada en el conformismo y ello es sustancialmente diferente a la
igualdad antigua. Hoy la conducta ha reemplazado a la “acción”. La polis estaba impregnada de un espíritu agonal, esto es, la esfera pública era el lugar donde el hombre podía demostrar con acciones únicas o logros que era el mejor. Hoy en dia, el conformismo, basado en el supuesto de que los hombres se comportan y no actúan respecto a los demás, yace en la raíz de la moderna ciencia económica, principalmente la estadística. Esta afirma que los acontecimientos diferentes a las conductas preestablecidas son raros en la historia humana. Por lo tanto, lo que Arendt define como la capacidad para empezar algo nuevo (acción), es visto por la estadística como algo raro y sin importancia ya que va en contra del comportamiento cotidiano. Sin embargo, la autora de cierta manera justifica este fenómeno con el crecimiento desmesurado de la población. Por lo tanto, mientras más numerosa sea la población en un determinado cuerpo político, mayor posibilidad tendrá lo social sobre lo político de construir la esfera pública. Para Arendt, la esfera de lo social devora a las demás esferas. La esfera social crece y contra ese crecimiento lo privado, lo íntimo y lo político se han mostrado incapaces de defenderse.

La esfera pública: lo común
Lo público puede tener dos significados. En primer lugar significa que todo lo que aparece en público puede verlo y oírlo todo el mundo y tiene la más amplia publicidad posible. En segundo lugar, el término “público” significa el propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros y diferenciado de nuestro lugar poseído privadamente en él. Hay comunidades que han perdido el interés común. Arendt hace una crítica a la idea de caridad como nexo social en el pensamiento de San Agustín. Dice que esto le da un carácter no público y no político a la comunidad cristiana, porque la caridad es algo privado de los ojos de los demás. El espacio público debe trascender generacionalmente. En los antiguos la polis era ese lugar de trascendencia. La autora también critica la futilidad de la admiración pública en la modernidad. La realidad mundana aparece donde las cosas pueden verse desde muchos aspectos y sin cambiar su identidad. Si la identidad del objeto deja de discernirse el mundo común se destruye. Esto puede ocurrir bajo radical aislamiento (tiranías), pero también bajo la sociedad de masas

La esfera privada: la propiedad
Para Arendt vivir sólo la vida privada es estar privado de la libertad. En ese sentido, la soledad es un fenómeno de la sociedad de masas. La sociedad de masas no sólo destruye la esfera pública, también lo hace con la privada. Con el auge del cristianismo se produce la pérdida de conciencia con respecto a lo privativo de lo privado. Vivir una vida privada por completo significa por encima de todo estar privado de las cosas esenciales a una verdadera vida humana: estar privado de la realidad que proviene de ser visto y oído por los demás.

WILBER ROSAL
C.I:20093548


WILBER ROSAL. Capitulo II



Capitulo II
LA ESFERA PÚBLICA Y LA PRIVADA

El hombre: animal social o político
En este capítulo la autora aclara que las actividades de la vita activa, son todas aquellas que pertenecen al mundo de hombres, por lo tanto no trascienden por completo, son parte del medio ambiente en el que vivimos. Sin embargo, este medio ambiente no existiría sin la actividad humana que lo produjo. Para Arendt la única actividad que requiere de la sociedad de los hombres es la acción. El hombre puede trabajar y laborar solo, fuera de la sociedad, sin la presencia de otro (aunque ya no sería humano si no un animal laborans) pero no puede tener acción, sin la constante presencia de los demás. En este punto la autora resalta algo que se mencionó en el capítulo anterior y es el tema de la pluralidad. La capacidad de acción del hombre no radica en su individualidad sino en la pluralidad con los demás.
Antiguamente, en la ciudad-estado griega, los que eran considerados ciudadanos de la polis, tenían dos ámbitos de vida, el privado el cual Arendt lo señala como “lo suyo” y lo público o “lo comunal”. La autora afirma que el pensamiento era secundario al discurso, pero discurso y acción se consideraban coexistentes e iguales. Ser político significaba persuadir por medio de las palabras, mientras que utilizar la violencia o mandar por la fuerza, se consideraba una forma pre-política, la cual únicamente tenía su justificación dentro del hogar y la vida familiar.
La Polis y la familia
            Antiguamente los asuntos públicos y los asuntos privados estaban claramente delimitados y diferenciados. El primero representa lo político y lo segunda la vida familiar. Pero con el surgimiento de la Edad Moderna, apareció una nueva esfera que no es ni pública ni privada. Esta es la esfera social. A partir de este momento, la línea divisoria que diferenciaba estas esferas empezó a desvanecerse ya que los asuntos públicos y privados se mezclaron en una sola esfera. Arendt explica que para los antiguos ciertos conceptos como los de “economía política” serían una contradicción ya que se estaría mezclando lo político con lo social, y la economía era meramente un asunto familiar.

En cuanto a la propiedad, hay una diferencia en lo que los modernos entienden por este concepto y lo que los antiguos entendían por la misma. Para los griegos la posesión de la propiedad era necesaria para la pertenencia a la esfera pública, sin poseer una casa el hombre no podía participar en los asuntos del mundo. Dentro del hogar, los hombres vivian llevados por sus necesidades y exigencias. El hombre debía llevar el sustento para su familiar mientras que la mujer tenía la tarea de la supervivencia de la especie. Pero en la esfera de la polis, no existían estas necesidades. Esta era considerada la esfera de la libertad, ya que las necesidades se suponían que eran satisfechas en la esfera privada. Algunos trabajadores pobres preferían su libertad a una mejor vida material como esclavos. Mientras la polis solo conocía de iguales, en la familia reinaba la desigualdad del Amo-Esposo sobre la mujer, los hijos y los esclavos. Ser libre para los griegos era ni gobernar ni ser gobernado. La igualdad tenía como sustancia el vivir entre pares (lo que presuponía en un punto la desigualdad con respecto a los que no entraban en la esfera de lo público). Ser libre era serlo de la desigualdad.

Debo reconocer que esta concepción  sobre la igualdad manejada antiguamente en la polis, me causó interés, ya que es totalmente distinta a la igualdad que conocemos hoy día. No se trataba de una igualdad de justicia, o estar sometidos todos bajo las mismas leyes, todo lo contrario, se trataba de una igualdad en la que no existían gobernantes ni gobernados.

En el mundo moderno las esferas de lo social y lo político están menos diferenciadas. El conjunto de las actividades domésticas y económicas han tomado tal relevancia que ahora estas son consideradas de interés colectivo. Para los griegos esto sería una total aberración. Esta realidad la podemos palpar fácilmente con el auge de las redes sociales, las cuales son de acceso público, pero los asuntos tratados allí en su mayoría tienen que ver con la intimidad, y la esfera privada de las personas. Esto demuestra el auge que han tenido los asuntos sociales en la Edad Moderna.

El auge de lo social
El “retraimiento” en los romanos y griegos era un refugio temporal de su actividad en la esfera pública. Pero en la modernidad se ha dejado de pensar a lo privado como privación. La esfera social ha crecido hasta abarcar a todos los miembros de la sociedad. En la modernidad existe una contradicción entre lo íntimo y lo social, ya que actualmente se afirma que lo íntimo es todo lo opuesto a lo social, con la que sin embargo se halla más próxima y auténticamente relacionado. Para los antiguos, en el ámbito de lo privado (antes del descubrimiento de lo íntimo) el hombre existía como mero ser animal, ya que en esta esfera es donde satisface sus necesidades básicas, de allí su desprecio por la esfera de lo privado. Pero la nueva esfera de lo social transformó todas las comunidades modernas en sociedades de trabajadores y empleados. Si utilizamos la terminología de Arendt podríamos afirmar entonces que actualmente el trabajo y la labor forman parte de la esfera social. Al respecto señala que en la Edad Moderna las actividades relacionadas con la pura supervivencia se permiten aparecer en público, teniendo como una de las principales características el fenómeno del conformismo.

La igualdad moderna está basada en el conformismo y ello es sustancialmente diferente a la
igualdad antigua. Hoy la conducta ha reemplazado a la “acción”. La polis estaba impregnada de un espíritu agonal, esto es, la esfera pública era el lugar donde el hombre podía demostrar con acciones únicas o logros que era el mejor. Hoy en dia, el conformismo, basado en el supuesto de que los hombres se comportan y no actúan respecto a los demás, yace en la raíz de la moderna ciencia económica, principalmente la estadística. Esta afirma que los acontecimientos diferentes a las conductas preestablecidas son raros en la historia humana. Por lo tanto, lo que Arendt define como la capacidad para empezar algo nuevo (acción), es visto por la estadística como algo raro y sin importancia ya que va en contra del comportamiento cotidiano. Sin embargo, la autora de cierta manera justifica este fenómeno con el crecimiento desmesurado de la población. Por lo tanto, mientras más numerosa sea la población en un determinado cuerpo político, mayor posibilidad tendrá lo social sobre lo político de construir la esfera pública. Para Arendt, la esfera de lo social devora a las demás esferas. La esfera social crece y contra ese crecimiento lo privado, lo íntimo y lo político se han mostrado incapaces de defenderse.

La esfera pública: lo común
Lo público puede tener dos significados. En primer lugar significa que todo lo que aparece en público puede verlo y oírlo todo el mundo y tiene la más amplia publicidad posible. En segundo lugar, el término “público” significa el propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros y diferenciado de nuestro lugar poseído privadamente en él. Hay comunidades que han perdido el interés común. Arendt hace una crítica a la idea de caridad como nexo social en el pensamiento de San Agustín. Dice que esto le da un carácter no público y no político a la comunidad cristiana, porque la caridad es algo privado de los ojos de los demás. El espacio público debe trascender generacionalmente. En los antiguos la polis era ese lugar de trascendencia. La autora también critica la futilidad de la admiración pública en la modernidad. La realidad mundana aparece donde las cosas pueden verse desde muchos aspectos y sin cambiar su identidad. Si la identidad del objeto deja de discernirse el mundo común se destruye. Esto puede ocurrir bajo radical aislamiento (tiranías), pero también bajo la sociedad de masas

La esfera privada: la propiedad
Para Arendt vivir sólo la vida privada es estar privado de la libertad. En ese sentido, la soledad es un fenómeno de la sociedad de masas. La sociedad de masas no sólo destruye la esfera pública, también lo hace con la privada. Con el auge del cristianismo se produce la pérdida de conciencia con respecto a lo privativo de lo privado. Vivir una vida privada por completo significa por encima de todo estar privado de las cosas esenciales a una verdadera vida humana: estar privado de la realidad que proviene de ser visto y oído por los demás.

WILBER ROSAL
C.I:20093548