miércoles, 28 de agosto de 2013

Andrés González - Resumen IV (Sobre la Revolución)

Capítulo IV


En este capítulo Arendt comienza reiterando una idea que es central dentro de su propuesta: la idea de que las revoluciones tiene un inicio en la búsqueda de la libertad. En América el proceso revolucionario llevó a la unificación y a la fundación.

En esta parte se señala el error común de creer que la revolución culmina en su etapa de violencia y agitación. La revolución es una continuidad que tiene un espacio de agitación y uno de creación, siendo este último la concretización de una constitución. Sin embargo, la confusión ha sido tal que se ha llegado a pensar que la constitución es el fin de la revolución, y en este sentido, un acto contrarrevolucionario. El error base aquí está en no saber distinguir entre liberación y libertad.

No obstante, queda claro que una constitución es un acto de limitación del poder, que trata de instaurar orden para proteger los derechos civiles. En este punto la idea de la constitución y su relación con las revoluciones es confusa.

Desde aquí el autor se pregunta el por qué se ha considerado a la constitución como algo no revolucionario. El primer punto explicativo surge con la presencia de revoluciones permanentes (Rusia, China) que no terminan de conseguir la libertad (Esto en el siglo XX). A su vez están todas las revoluciones e insurrecciones revolucionarias que fueron limitadas por una constitución, estableciéndose entonces como un símbolo de derrota. Se reitera la idea de que la constitución es una limitación al poder.

Además se señala que existe una confusión verbal, porque constitución es la vez el acto constituyente y la norma constituida. En todo caso, dentro de las revoluciones siempre existió la noción del pueblo que da al gobierno una constitución. Claro está, existe una diferencia importante en términos de poder entre un gobierno que otorga una constitución y un pueblo que constituye un gobierno.

El problema vendría cuando no existe la vinculación política entre pueblo y revolución. El poder y sus relaciones despiertan siempre cierto temor, de allí que existiera, al menos en parte, una urgencia por tener un gobierno constitucional, limitado en su ejercicio.

En los EEUU existía este temor, junto con un gran respeto y consideración por las libertades individuales frente al grupo social. En América se hizo una constitución para fundar algo nuevo más que para proteger a los individuos, fue un poder creador de poder, aunque con matices.

La declaración de derechos en los EEUU era una promoción de la capacidad que tenía cada individuo de vivir en un gobierno limitado. En Francia el hombre era ya el titular de derechos por su mera condición, por el solo hecho de haber nacido. En EEUU era la necesidad (En sentido laxo) de un gobierno “civilizado”, mientras que en Francia era el desarrollo de los derechos del hombre, incluso al margen del cuerpo político.

Queda en evidencia que en los EEUU la idea de constitución patentizaba la promoción de la libertad más que las garantías civiles (Hasta cierto punto). Esto se debía a la fuerte noción de vinculación entre libertad y poder. Es la idea de constituir el poder en relación a la libertad, y algunas veces, en relación a la liberación.
En los EEUU existió una fortísima influencia de Montesquieu, aunque se reconocen los antecedentes de sus propuestas en Aristóteles y Polibio. La idea en América era un balance de poder, no la impotencia, la cual era temida desde el punto de vista político.

En este punto el autor hace una breve aclaración entre poder y ley (o derecho). Precisa en explicar que el poder no se contrarresta por leyes, ya que el poder del gobierno es la fuerza unificada y monopolizada de la mayoría que cedió su fuerza. En este sentido, el poder es una capacidad de violencia. En cambio, el poder de la mayoría sí puede acabar con la ley. Lo que queda claro es que la ley no puede destruir al poder, situación que a la inversa si es posible. Lo mejor que puede hacer la ley es disminuir la potencia del poder.

En este sentido, la división de poderes no solo evita la monopolización, sino que además limita, porque es literalmente el poder que detiene al poder. Esta era una idea pilar dentro de la reflexión de los padres fundadores, entendían los sistemas de pesos y contrapesos, de resistencias, como elementos para fortalecer, no para dividir.

Esta visión americana propicia el fortalecimiento del republicanismo, ya que promueve el poder de las partes de forma balanceada. En este sentido, a lo interno del orden político no existe la figura del soberano, ya que el poder está plenamente esparcido. Era una noción de crear más poder, no de limitarlo.  

Otro aspecto a evaluar es la herencia histórica de las revoluciones. La herencia de la revolución americana fue la monarquía limitada, y la herencia de la revolución francesa fue el absolutismo.

En Francia esta herencia es una clara referencia para el posterior desarrollo de lo que se concibió como “revolución absoluta”. Fue una clara sustitución de las figuras simbólicas del escenario político de la época. Por otro lado, vemos entonces el claro convencimiento de los hombres de la revolución americana en su idea de limitar el poder.

Vemos que EEUU la influencia fue Montesquieu, y en base a estas reflexiones expuestas se entiende que los americanos supieron separar poder y derecho. En Francia fue la influencia de Rousseau, donde de alguna forma se sustituyó al rey por el absolutismo del pueblo.

De aquí entonces podemos entender que en los EEUU el equilibrio institucional tuvo su presencia desde el inicio del proceso revolucionario. De esta forma es fácil comprender el origen de la fuerte legitimad de los gobiernos de EEUU, que cuentan con la visión originaria clara en cuanto a la separación entre poder y derecho, es decir, entre orden e instituciones y el accionar político.

El problema en Francia fue lo que derivó de la herencia absolutista, un movimiento revolucionario absoluto, una revolución que arrasa, que se funda en un lenguaje nacionalista. Para Arendt, estos procesos terminan en instaurar “dictaduras revolucionarias”.

¨Profundizando aún más en estos orígenes, Arendt hace la exploración del absolutismo. Se explica que esta forma política proviene de la secularización de finales de la edad media, y que viene a dar “una falsa solución” al problema de organización política independiente de la iglesia, es decir, al problema del origen de la autoridad política. Esta forma intentó sin dudas ocultar un rasgo claro: la inestabilidad de los cuerpos políticos modernos, que carecían de una autoridad profunda.

Los intentos se vieron promovidos por la teoría de la soberanía, pero en la realidad el autor sostiene que no se pudo reemplazar el poder de la autoridad religiosa. Por esto que Arendt advierte que se suele pasar por alto el poder que tiene la sanción religiosa dentro de la política.

Con la separación, la iglesia también logró cierta liberación al desprenderse de cargas y obligaciones políticas innecesarias. Desde esta separación, quedó la evidente necesidad de un absoluto. Era la necesidad de un poder que de alguna forma no tuviera un superior, del cual se pudiera derivar la legitimidad política. Es desde aquí de donde surge la unión peligrosa que se desarrolla en la revolución francesa entre derecho y poder, ya que desde hace siglos estos dos elementos emanaban de una misma fuente (Primero Dios, luego el rey absoluto).

Sobre esto el autor es reiterativo, y señala que el gran error de Francia entonces fue exponer derecho y poder desde un mismo origen. Por esto que se degenere el proceso en una tiranía de la mayoría.

En EEUU la revolución no alteró la estabilidad institucional que ya era propia de las colonias. Esta era una visión innovadora del poder y la autoridad, que no provenía de la ficción del absoluto, sino que era una “realidad viva”, producto de la experiencia de la ascendencia del poder en las colonias. De esta forma, la revolución terminó siendo más bien una promotora del equilibrio institucional.

Aquí Arendt hace un recuento del origen de esta capacidad americana en la organización política. Todo se reduce a la capacidad de pactar, que tiene su fuente en los asentamientos originales de los colonos británicos en su llegada a los EEEUU. Sin dudas la imagen central de esta idea es el pacto del Mayflower.

En teoría, son dos los tipos de pactos: El pacto entre iguales que se realiza para establecer la sociedad, y el pacto que realiza la sociedad con el gobierno para establecer el mando político legítimo. El primero es un pacto real necesario para formar la sociedad, y como resultado todos los miembros son titulares de poder, por lo que es innecesario reclamar soberanía. El segundo tipo de pacto es ficticio y de consentimiento, no de igualdad, y consiste en entregar el poder a uno para que constituya una fuerza superior.

El primer tipo de pacto deriva en el poder republicano, del segundo la noción absolutista y la idea de nación. El pacto de los colonos de EEUU, aunque no tuvo una influencia teórica, terminó siendo una especie de corroboración de las ideas contractualistas que en esa época se gestaban.

Este es el origen americano de la organización del poder, que se centraba en la idea de frenar la naturaleza humana mediante la organización política, mediante la creación de vínculos comunes de responsabilidad, de promesas sostenidas y cumplidas. De esta forma supieron considerar con claridad el peligro de la individualidad política (Eran consideraciones de la naturaleza humana muy desprendidas, alejadas de la visión de Rousseau.

De esta visión relacional del poder es que se fundamenta todo el desarrollo de las estructuras políticas que permitieron el desenlace que tuvo la revolución americana. Aunque las mentes de los padres fundadores estaban fuertemente influenciadas por la ilustración, se logró mantener la idea de la capacidad del hombre para ponerse de acuerdo como una facultad superior, que permite entonces el mantenimiento de lo público, del orden político, y por lo tanto, de la libertad.


Arendt termina con esta reflexión, que más bien es un elogio a la capacidad que tuvieron los americanos para establecer el poder desde el acuerdo con la gente. 

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