RESUMEN
DE LOS CAPITULOS IV Y V DEL LIBRO “LA CONDICIÓN HUMANA” DE HANNAH ARENDT
Hemos
venido trabajando a lo largo del libro y específicamente en el resumen anterior
sobre la capacidad que tiene el hombre de desarrollarse en sociedad a través de
la labor, la posición y condiciones que le da esta categoría en las labores
constantes que desarrolla el ser humano, así como también se ha venido tocando
las condiciones del trabajo lo que en este resumen a continuación se ampliara
mucho más, ya que el capítulo IV trata fundamentalmente del trabajo que es
generado y desempeñado del hombre para el hombre, así como también el capítulo
V que nos habla de las acciones que adoptan y toman los seres humanos.
Por
ello podemos decir que Hannah Arendt trabaja, la terminología de trabajo en su
libro de una forma mucho más racional al momento de su ejecución y desempeño
por parte del ser humano, ya que el mismo tiene un carácter creador del
artificio humano el cual es llamado "mundo", tanto en su aspecto
propiamente cultural en general, como en su aspecto particularmente tecnológico
y utilitarista, que configura buena parte de lo que llamamos modernidad y
post-modernidad.
Por
ello se puede señalar, continuando con las líneas en las que se ubica el libro
de Arendt “La condición humana”, que a la labor se alza el trabajo, productor y
creador de un mundo de cosas duraderas, estables y permanentes, que nos rodean
como un mundo artificioso en el cual puede habitar confiable y seguramente el
individuo humano, manteniendo, gracias a las cosas, las de su mundo, una
identidad permanente.
El
concepto de trabajo está profundamente relacionado en H. Arendt con el concepto
de construcción del mundo. Por el trabajo, el hombre, en este caso homo faber,
“fabrica la interminable variedad de cosas cuya suma total constituye el
artificio humano”. Si la labor ata al hombre a la Tierra, lo mantiene sometido
y ocupado en la repetición cíclica de la vida, según la interpretación que hace
H. Arendt, con el trabajo, el homo faber comienza ya a ser más propiamente
humano, a realizar ésta su posibilidad específica de producir un mundo de
cosas, sin el cual la acción, actividad fundamental del hombre, no tendría un
marco de sustentación. La mundanidad, la pertenencia al mundo, es así uno de
los aspectos característicos de la humana condición. El mundo es en este
sentido para Arendt, el producto del quehacer humano, que, enfrentándose o
apoyándose en la naturaleza, pero en todo caso siempre a partir de ella y más
allá de ella, produce todo el artificio humano cultural en cuyo seno nos
desenvolvemos. “Dentro de sus límites, dice Arendt, se alberga cada una de las
vidas individuales, mientras que este mundo sobrevive y trasciende a todas
ellas”. Las características fundamentales de este artificial mundo de cosas que
el homo faber produce, son, según la interpretación arendtiana, la durabilidad;
la utensilidad, o sea, el carácter de objetos para el uso, la objetividad, es
decir, la oposición a la naturaleza, y
los corolarios de todo esto: la estabilidad y confianza, que permiten al ser
humano, no sólo tener un referente que garantiza su identidad, sino sentirse a
su gusto y protegido en su hábitat o morada particular que es el mundo de cosas
hechas por sus manos y que permanecen frente a los exuberantes y cíclicos
cambios naturales. El artificio humano por otra parte, tiene aún una más
elevada función: a través de él el individuo humano alcanza la inmortalidad.
La
tarea y potencial grandeza de los mortales radica en su habilidad de producir
cosas por medio del trabajo, actos y palabras que merezcan ser, y al menos en cierto grado lo sean, imperecederas
con el fin de que, a través de dichas cosas, los mortales encuentren su lugar
en un cosmos donde todo es inmortal a excepción de ellos mismos. Por su capacidad
de realizar actos inmortales, por su habilidad en dejar huellas imborrables,
los hombres, a pesar de su mortalidad individual, alcanzan su propia
inmortalidad y demuestran ser de naturaleza “divina”. Esta referencia que
señala Arendt a través de la divinidad es algo que en esencia llega a ser
importante ya que nos damos cuenta que el ser humano ha sabido mantener una
sociedad y forma de vida a lo largo del tiempo es por esta mismo trabajo que
reconforta nuestra condición a lo largo del tiempo.
Otra
de las características fundamentales del mundo de cosas producidas por el
hombre es el carácter duradero de los productos salidos de sus manos. Esta sólida permanencia del producto es
consecuencia de la reificación, aspecto fundamental de la actividad del homo
faber, mediante la cual un nuevo objeto, producto de nuestro trabajo, se erige
cada vez ante nosotros, y ya constituido como parte nueva del mundo nos hace
frente, se independiza y nos ofrece incluso resistencia. Los objetos-productos
están hechos para durar, para permanecer, no para ser consumidos. Esta
permanencia, resultado de la manufactura humana, no es por supuesto neutra y
gratuita. El objeto fabricado está destinado al uso, al servicio y comodidad
del ser humano, a darle estabilidad y confianza e incluso a preservar su
identidad en el interior de la naturaleza cambiante.
Por
ello en el capítulo V, la autora hace referencia a las acciones que adoptan los
seres humanos, señalando que la misma tiene un comienzo definido pero los fines
de estas acciones son impredecibles e irreversibles ya que el hombre hace lo
que está en su voluntad hacer tomando ello como acción. El hecho de emprender
algo nuevo, la realización de la actividad humana, por medio de la acción es la
más humana de las actividades, es por medio de la acción que podemos decir
quiénes somos. La acción tiene varias características que la definen, los
cuales se van a convertir como producto de la acción siendo ella la historia
convirtiéndose las mismas en intangible.
La acción consiste en la interacción política, que
es fundamental para Arendt. La comunicación, es decir, “encontrar la palabra
adecuada en el momento oportuno”, ya es acción. “Muda lo es sólo la violencia
y, ya sólo por esa razón, la mera violencia jamás podrá reivindicar grandeza”.
Arendt recalca: a pesar de que el individuo sepa que es un ser humano, sin
acción no será reconocido como tal por los demás. El título elegido para
la edición alemana, Vita activa, hace referencia a este curso de pensamientos.
La acción se realiza en el espacio público. Para
Arendt, la forma más clara de su realización se encontraba en la polis griega,
donde el trabajo transcurría en el espacio privado del hogar con todas las
consecuencias de un despotismo, mientras que la acción transcurría en el espacio
público del ágora. Este lugar público era el de la vita activa, de la
comunicación, la conformación y la libertad política entre iguales.
Las
acciones son tomadas por el ser humano para concretar decisiones que decidan la
permanencia y prolongación de su condición humana, por ello se puede decir que
la pluralidad del ser humana, tanto en la acción como en el discurso, tiene el
doble carácter de igualdad y distinción, si los hombres no fueran iguales, no
podrían entenderse ni planear y prever para el futuro las necesidades de los
que llegarán después. Si los hombres no fueran distintos, es decir, cada ser
humano diferenciado de cualquier otro que exista, haya existido o existirá, no
necesitarían el discurso, ni la acción para entenderse, signos y sonidos
bastarían para comunicar las necesidades inmediatas e idénticas.
A
través de esto nos podemos dar cuenta que las acciones van entrelazadas con las
funciones del trabajo ya que toda acción que decida ejecutar todo ser humano,
marcara pauta en las funciones que decida cada ser humano como individuo.
Con
la palabra y acción el ser humano se inserta en el mundo, y esta inserción es
como un segundo nacimiento, en el que confirma y asume el hecho desnudo de la
originalidad. Dicha inserción no obliga la necesidad, como lo hace la labor, no
lo impulsa la utilidad, como es el caso del trabajo. Ya que la misma se
estimula por la presencia de otros actores los cuales nos estimulen a tomar
acciones que sean poco o muy relevantes según sea el caso, pero este hecho
nunca será condicionado.
• Bibliografía
ARENDT,
Hannah. (2003) “La Condición Humana”. Argentina: Buenos Aires. Editorial
PAIDOS.
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