Capítulo
IV
EL
TRABAJO
18. El carácter duradero del
mundo
El
carácter duradero del artificio humano no es absoluto, ya que el uso que
hacemos de él, aunque no lo consumamos, lo agota. El carácter duradero da a las
cosas del mundo su relativa independencia con respecto a los hombres que las
producen y las usan, su objetividad que las hace soportar, resistir y perdurar,
al menos por un tiempo, a las voraces necesidades y exigencias de sus
fabricantes y usuarios.
Las
cosas del mundo tienen la función de estabilizar la vida humana, y su
objetividad radica en el hecho de que los hombres, a pesar de su siempre
cambiante naturaleza, pueden recuperar su unicidad, es decir, su identidad, al
relacionarla con la misma silla y con la misma mesa.
Sin
un mundo entre los hombres y la naturaleza, existe un movimiento eterno, pero
no objetividad. El uso contiene un elemento de consumo, en la medida en que el
proceso de desgaste se realiza mediante el contacto del objeto.
19.
Reificación
El
proceso de la fabricación está en si mismo determinado enteramente por las
categorías de medios fin. Tener un comienzo definido y un fin definido
predictible es el rasgo propio de la fabricación, que mediante esta sola
característica se diferencia de las restantes actividades humanas. La labor,
atrapada en el movimiento cíclico del proceso vital del cuerpo, carece de
principio y de fin. La acción aunque puede tener un definido principio, nunca
tiene un fin predictible. Esta gran confianza del trabajo se refleja en que el
proceso de fabricación, a semejanza de la acción, no es irreversible: toda cosa
producida por manos humanas puede destruirse, y ningún objeto de uso se
necesita tan urgentemente en el proceso de la vida que su fabricante no pueda
sobrevivir y destruirlo.
20.
Instrumentalidad y animal laborans
La
diferencia decisiva entre útiles y maquinas se ilustra perfectamente con la
apariencia interminable discusión sobre si el hombre debe ajustarse a la
maquina o las maquinas a la naturaleza del hombre.
La
canalización de las fuerzas naturales hacia el mundo humano ha destrozado el
determinado propósito del mundo, el hecho de que los objetos son los fines para
los que se diseñan los útiles e instrumentos. Característica de todos los
procesos naturales es que surgen sin ayuda del hombre, y que son naturales las
cosas que no se hacen sino que por sí mismas se convierten en lo que sea.
Para
una sociedad de laborantes, el mundo de las maquinas se ha convertido en un
sustito del mundo real, aunque este seudo-mundo no pueda realizar la tarea más
importante del artificio humano, que es la de ofrecer a los mortales un
domicilio mas permanente y estable que ellos mismos. En el proceso continuo de
la operación, este mundo de maquinas pierde incluso ese carácter mundanamente
independiente que en tal alto grado poseían los útiles, instrumentos y la primera máquina de la época moderna. Los
procesos naturales de los que se alimenta lo relacionan cada vez más con el
propio proceso biológico, de manera que los aparatos que manejamos libremente
en otro tiempo comienzan a aparecer caparazones pertenecientes al cuerpo humano
como el caparazón pertenece al cuerpo de la tortuga. Considerada desde este
ventajoso punto de vista, la tecnología ya no se presenta como el producto de
un consciente esfuerzo humano para aumentar el poder material, sino como
desarrollo biológico de la humanidad en la que las estructuras innatas del
organismo humano están trasplantadas en medida siempre creciente al medio
ambiente del hombre.
21.
Instrumentalidad y homo faber
Los
útiles instrumentos del homo faber, de los que surge la más fundamental
experiencia de instrumentalidad, determinan todo el trabajo y la fabricación,
el fin justifica la violencia ejercida sobre la naturaleza para obtener el
material, como la madera justifica la muerte del árbol y la mesa la destrucción
de la madera.
Si
se permite que los modelos del homo faber rijan el mundo acabado como
necesariamente han de regir el acceso a la existencia de este mundo, entonces
el homo faber terminara sirviéndose de todo y considerando todo como simple
medio para él. Juzgara todas las cosas como si pertenecieran a la clase
chermata, de objetos de uso, de tal manera que, siguiendo el ejemplo de Platón,
ya no se entenderá al viento como fuerza natural, sino como exclusivamente se
le considerar apropiado para calentar o refrescar, según las necesidades
humanas, lo que significa que el viento queda eliminado de la experiencia
humana como algo objetivamente dado.
22.
El mercado de cambio
Históricamente
la ultima esfera pública, el último lugar de reunión relacionado al menos con
la actividad del homo faber, es el mercado de cambio en el que exhibe sus
productos. En una sociedad donde el cambio de productos se ha convertido en la
principal actividad pública, incluso los laborantes, debido a que se enfrentan
a dueños de dinero o de artículos de primera necesidad, pasan a ser
propietarios, dueños de su propia fuerza de labor.
Los
valores a diferencia de las cosas, actos o ideas, nunca son los productos de
una específica actividad humana, sino que cobran existencia siempre que
cualquiera de tales productos se llevan a la siempre modificada relatividad de
cambio entre los miembros de la sociedad.
La
muy deplorada devaluación de todas las cosas, es decir, la perdida de todo
valor intrínseco, comienza con su transformación en valores o artículos de
primera necesidad, porque a partir de ese momento solo existen en relación con
alguna otra cosa que puede adquirirse en su lugar. La relatividad universal, o
sea, que una cosa solo exista en relación con otras cosas, y la pérdida de
valor intrínseco, o sea, que nada posea un valor objetivo independiente de las
siempre mudables estimaciones de la oferta y la demanda, son inherentes al
propio concepto valor.
23.
La permanencia del mundo y la obra de arte
El
mundo de cosas hecho por el hombre, el artificio humano erigido por el homo
faber, se convierte en un hogar para los hombres mortales, cuya estabilidad
perdurara al movimiento siempre cambiante de sus vidas y acciones solo hasta el punto en que
trascienda el puro funcionalismo de las cosas producidas para el uso. La vida
en su sentido no biológico, el periodo de tiempo que tiene todo hombre entre
nacimiento y muerte, se manifiesta en la acción y el discurso, que comparten
con la vida su esencial futilidad.
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