lunes, 26 de agosto de 2013

Nevelyn Otazo Resumen 4

Capítulo IV
EL TRABAJO

18. El carácter duradero del mundo

El carácter duradero del artificio humano no es absoluto, ya que el uso que hacemos de él, aunque no lo consumamos, lo agota. El carácter duradero da a las cosas del mundo su relativa independencia con respecto a los hombres que las producen y las usan, su objetividad que las hace soportar, resistir y perdurar, al menos por un tiempo, a las voraces necesidades y exigencias de sus fabricantes y usuarios.

Las cosas del mundo tienen la función de estabilizar la vida humana, y su objetividad radica en el hecho de que los hombres, a pesar de su siempre cambiante naturaleza, pueden recuperar su unicidad, es decir, su identidad, al relacionarla con la misma silla y con la misma mesa.

Sin un mundo entre los hombres y la naturaleza, existe un movimiento eterno, pero no objetividad. El uso contiene un elemento de consumo, en la medida en que el proceso de desgaste se realiza mediante el contacto del objeto.

19. Reificación

El proceso de la fabricación está en si mismo determinado enteramente por las categorías de medios fin. Tener un comienzo definido y un fin definido predictible es el rasgo propio de la fabricación, que mediante esta sola característica se diferencia de las restantes actividades humanas. La labor, atrapada en el movimiento cíclico del proceso vital del cuerpo, carece de principio y de fin. La acción aunque puede tener un definido principio, nunca tiene un fin predictible. Esta gran confianza del trabajo se refleja en que el proceso de fabricación, a semejanza de la acción, no es irreversible: toda cosa producida por manos humanas puede destruirse, y ningún objeto de uso se necesita tan urgentemente en el proceso de la vida que su fabricante no pueda sobrevivir y destruirlo.

20. Instrumentalidad y animal laborans

La diferencia decisiva entre útiles y maquinas se ilustra perfectamente con la apariencia interminable discusión sobre si el hombre debe ajustarse a la maquina o las maquinas a la naturaleza del hombre.

La canalización de las fuerzas naturales hacia el mundo humano ha destrozado el determinado propósito del mundo, el hecho de que los objetos son los fines para los que se diseñan los útiles e instrumentos. Característica de todos los procesos naturales es que surgen sin ayuda del hombre, y que son naturales las cosas que no se hacen sino que por sí mismas se convierten en lo que sea.

Para una sociedad de laborantes, el mundo de las maquinas se ha convertido en un sustito del mundo real, aunque este seudo-mundo no pueda realizar la tarea más importante del artificio humano, que es la de ofrecer a los mortales un domicilio mas permanente y estable que ellos mismos. En el proceso continuo de la operación, este mundo de maquinas pierde incluso ese carácter mundanamente independiente que en tal alto grado poseían los útiles, instrumentos  y la primera máquina de la época moderna. Los procesos naturales de los que se alimenta lo relacionan cada vez más con el propio proceso biológico, de manera que los aparatos que manejamos libremente en otro tiempo comienzan a aparecer caparazones pertenecientes al cuerpo humano como el caparazón pertenece al cuerpo de la tortuga. Considerada desde este ventajoso punto de vista, la tecnología ya no se presenta como el producto de un consciente esfuerzo humano para aumentar el poder material, sino como desarrollo biológico de la humanidad en la que las estructuras innatas del organismo humano están trasplantadas en medida siempre creciente al medio ambiente del hombre.

21. Instrumentalidad y homo faber

Los útiles instrumentos del homo faber, de los que surge la más fundamental experiencia de instrumentalidad, determinan todo el trabajo y la fabricación, el fin justifica la violencia ejercida sobre la naturaleza para obtener el material, como la madera justifica la muerte del árbol y la mesa la destrucción de la madera.

Si se permite que los modelos del homo faber rijan el mundo acabado como necesariamente han de regir el acceso a la existencia de este mundo, entonces el homo faber terminara sirviéndose de todo y considerando todo como simple medio para él. Juzgara todas las cosas como si pertenecieran a la clase chermata, de objetos de uso, de tal manera que, siguiendo el ejemplo de Platón, ya no se entenderá al viento como fuerza natural, sino como exclusivamente se le considerar apropiado para calentar o refrescar, según las necesidades humanas, lo que significa que el viento queda eliminado de la experiencia humana como algo objetivamente dado.

22. El mercado de cambio

Históricamente la ultima esfera pública, el último lugar de reunión relacionado al menos con la actividad del homo faber, es el mercado de cambio en el que exhibe sus productos. En una sociedad donde el cambio de productos se ha convertido en la principal actividad pública, incluso los laborantes, debido a que se enfrentan a dueños de dinero o de artículos de primera necesidad, pasan a ser propietarios, dueños de su propia fuerza de labor.

Los valores a diferencia de las cosas, actos o ideas, nunca son los productos de una específica actividad humana, sino que cobran existencia siempre que cualquiera de tales productos se llevan a la siempre modificada relatividad de cambio entre los miembros de la sociedad.

La muy deplorada devaluación de todas las cosas, es decir, la perdida de todo valor intrínseco, comienza con su transformación en valores o artículos de primera necesidad, porque a partir de ese momento solo existen en relación con alguna otra cosa que puede adquirirse en su lugar. La relatividad universal, o sea, que una cosa solo exista en relación con otras cosas, y la pérdida de valor intrínseco, o sea, que nada posea un valor objetivo independiente de las siempre mudables estimaciones de la oferta y la demanda, son inherentes al propio concepto valor.



23. La permanencia del mundo y la obra de arte

El mundo de cosas hecho por el hombre, el artificio humano erigido por el homo faber, se convierte en un hogar para los hombres mortales, cuya estabilidad perdurara al movimiento siempre cambiante de sus vidas  y acciones solo hasta el punto en que trascienda el puro funcionalismo de las cosas producidas para el uso. La vida en su sentido no biológico, el periodo de tiempo que tiene todo hombre entre nacimiento y muerte, se manifiesta en la acción y el discurso, que comparten con la vida su esencial futilidad.

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