RESUMEN “LA CONDICIÓN HUMANA” DE HANNAH
ARENDT
Este
libro expresa de manera sistemática una discusión sobre la labor, el trabajo y
la acción, el libro se refiere únicamente a las más elementales articulaciones
de la condición humana, a esas actividades que tradicionalmente se encuentran
al alcance de todo ser humano. De este modo, a la vez análisis histórico y
propuesta política de amplio alcance filosófico, La condición humana no sólo es
la clave de todas las obras de Hannah Arendt, sino también un texto básico para
comprender hacia dónde se dirige la contemporaneidad.
Por
ello una de las principales ideas que se exponen en su introducción es la que
enuncia, lo cual señala que durante tiempo esta creencia ha sido lugar común lo
que nos muestra que, en todas partes, los hombres no han sido en modo alguno
lentos en captar y ajustarse a los descubrimientos científicos y al desarrollo
técnico, sino que, por el contrario, los han sobre pasado en décadas.
La
emancipación y secularización de la Edad Moderna, que comenzó con un desvío, no
necesariamente de Dios, sino de un Dios que era el padre de los hombres del
cielo, nos da a entender que la tierra es la misma quinta esencia de la
condición humana, la naturaleza terrena
según lo que sabemos, quizá sea única en el universo con respecto a proporcionar
a los seres humanos un hábitat en el que moverse y espirar sin esfuerzo ni
artificio. El artificio humano del mundo separa la existencia humana de toda
circunstancia meramente animal, pero la propia vida queda al margen de este
mundo artificial y, a través de ella, el hombre se emparenta con los restantes
organismos vivos.
Ese
mismo deseo de escapar de la prisión de la Tierra se manifiesta en el intento
de crear vida en el tubo de ensayo, de mezclar “Plasma de germen congelado
perteneciente a personas de demostrada habilidad con el microscopio a fin de
producir seres humanos superiores”, y de “alterar su tamaño, aspecto y
función”; y sospecho que dicho deseo de escapar de la condición humana subraya
también la esperanza de prolongar la vida humana más allá del límite de los
cien años.
No
hay razón para dudar de nuestra capacidad para lograr tal cambio, de la misma
manera que tampoco existe para poner en duda nuestra actual capacidad de
destruir toda la vida orgánica de la Tierra. La única cuestión no puede
decidirse por medios científicos; se trata de un problema político de primer
orden y, por lo tanto, no cabe dejarlo a la decisión de los científicos o
políticos profesionales.
Sin
embargo, incluso dejando de lado, estas últimas y aún inciertas consecuencias,
la situación creada por las ciencias es de gran significación política. Donde
quiera que esté en peligro lo propio del discurso, la cuestión se politiza, ya
que es precisamente el discurso lo que hace del hombre un ser único. Si
siguiéramos el consejo, con el que nos apremian tan a menudo, de ajustar
nuestras actitudes culturales al presente estado del desarrollo científico,
adoptaríamos con toda seriedad una forma de vida en la que el discurso dejaría
de tener significado, ya que las ciencias de hoy día han obligado a adoptar un
“lenguaje” de símbolos matemáticos que, si bien en un principio eran sólo
abreviaturas de las expresiones habladas, ahora contiene otras expresiones que
resulta imposible traducir a discurso. Cualquier cosa que el hombre haga, sepa
o experimente sólo tiene sentido en el grado en que pueda expresarlo. Tal vez
haya verdades más allá del discurso, y tal vez sean de gran importancia para el
hombre en singular, es decir, para el hombre en cuanto no sea un ser político,
pero los hombres en plural, o sea, los que viven, se mueven y actúan en este
mundo, sólo experimentan la interacción humana a través de la comunicación y el
discurso.
Una
vez expuesto esto se puede expresar que en el primer capítulo habla de las
siguientes características que complementan y resumen a modo general el contenido
del significado del libro.
· Condición Humana y naturaleza Humana
La Naturaleza humana, a partir de San Agustín
(sobre el que había escrito su tesis doctoral en 1929), es algo que no somos capaces
de definir. Podríamos estudiar quien es el hombre (el quien es el hombre se revela en
la palabra), pero que es el hombre, es una pregunta que sólo un
Dios puede responder, de ahí que los intentos de definir la
naturaleza humana acaban casi siempre en la construcción de una deidad, es decir,
del Dios de los filósofos. No podemos hablar del hombre
como de un qué, es decir como de una cosa.
Estamos condicionados, pero
no absolutamente, por eso quien somos no lo podemos explicar
tampoco de una manera definitiva. Siempre es posible el cambio. La ciencia moderna universaliza el mundo al verlo
como algo externo (Arquímedes). La ciencia no
tiene por objeto, para Arendt aumentar y ordenar nuestras
experiencias, sino mostrarnos qué es lo que se esconde tras de los fenómenos naturales, tal como se
revelan al espíritu humano.
· Vita activa
La autora asimila la
expresión vita activa, sobrecargada de
tradición, a la tradición del pensamiento político (de
Sócrates a Marx), siempre en relación al bios políticos aristotélico
y a la vita actuosa de Agustín, es decir, a la vida consagrada a los
asuntos de la ciudad. Arendt explica que Aristóteles
excluía los modos de vida privados de libertad; este postulado excluía el
trabajo del esclavo, del artesano y del comerciante. Los tres
modos de vida que retiene tienen en común
su interés por lo bello, la vida de los placeres, la vida entregada a
los asuntos de la polis y la vida del
filósofo dedicada a inquirir y
contemplar las cosas eternas.
El bios políticos denotaba la acción en el
dominio de los asuntos humanos. Ni el trabajo, ni la obra eran considerados. El
privilegio de la política proviene del hecho de que la polis era
una forma muy especial
y libremente elegida no
despótica.
La vita activa perdió su sentido con la desaparición
de la ciudad antigua, pero ni que decir tiene que ni el trabajo ni la obra alcanzaron
la misma dignidad.
La existencia libre sólo fue posible en la vita contemplativa.
La contemplación (teoría) aparece ya en Platón, incluso inspira una
organización política que facilita la vida filosófica. La apolítica, derecho de unos pocos en Aristóteles y en la
antigüedad se considera en la era cristiana
como un derecho de todos.
Si se parte de la
contemplación que es un reposo que permite la revelación
de la verdad, entonces la vita activa es,
en contrapartida, un no reposo: askolia. Hasta el
comienzo de la Edad Moderna,
la interpretación que subraya la primacía de la contemplación.
De donde también
el sentido de la vita activa cuyo origen proviene de una oposición al
de la vita contemplativa y que fue ampliamente confirmado por el
cristianismo. Ese uso ni siquiera cambió con Marx y Nietzsche que no
pudieron dar la vuelta al marco conceptual tradicional. Así,
pues, si se ha producido una moderna inversión de los sistemas filosóficos, no se ha producido una
ruptura: el interés por la vita activa no es ni superior, ni inferior
al interés fundamental por la vita contemplativa.
· Eternidad contra inmortalidad
Existen dos órdenes de
preocupaciones distintas: el pensamiento puro que
culmina en la contemplación y el compromiso activo en las
cosas de este mundo; en paralelo se encuentra la analogía
de la oposición eternidad/ inmortalidad.
Inmortalidad, significa
vida no mortal en esta Tierra, es para los griegos la de la
naturaleza y la de los dioses. La mortalidad, en
cambio, es la marca de contraste
de la existencia humana. La mortalidad es una línea recta, en oposición
a la circularidad de la vida biológica.
Los mortales, que tienen la
capacidad de crear cosas (trabajo, actos y palabras) imperecederas, se encuentran en un cosmos donde todo es
inmortal excepto ellos mismos. Por su capacidad en realizar actos inmortales, los hombres alcanzan su propia inmortalidad y
demuestran ser de naturaleza divina.
Un filósofo preocupado
por su propia eternidad (aunque
menos por su inmortalidad), no escribiría, porque al
escribir ingresaría en la vita activa, por ello Sócrates no escribió.
·
Bibliografía
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