lunes, 19 de agosto de 2013

Andrés González - Capítulo II (Sobre la revolución)

Capítulo II


Comenzando el segundo capítulo, Arendt se encarga de esclarecer esa idea comparativa que se hace entre la necesidad orgánica y la material. La analogía resulta de la intervención que ocupó la necesidad material dentro de la revolución francesa, de manera que la figura explicativa del cuerpo social pasa por esa unión imaginativa entre necesidad material y necesidad vital.

La realidad que representa a esta figura simbólica es lo que el autor llama la cuestión social, que no es más que el hecho de la pobreza. La pobreza es una realidad que deshumaniza, pues vuelve al hombre esclavo de la necesidad material.

En conexión con lo anterior, Arendt afirma que las reflexiones teóricas del momento sobre la pobreza sufrieron un giro con el pensamiento y las propuestas de Marx. En este capítulo se asegura que el gran aporte que realiza Marx fue el establecer la idea de que la pobreza puede tratarse como un cuerpo político que pretende alcanzar la libertad.

La idea anterior está sustentada en la creencia de Marx de que la pobreza es una creación del hombre, es decir, es un factor de explotación. Aquí la autora cuestiona con firmeza a Marx, viendo un fuerte reduccionismo, ya que Marx se limita al origen del capitalismo como fuerza explotadora.
De aquí se entiende entonces que Marx ve la violencia, y no la necesidad, como causa determinante de la pobreza.

De esta forma se genera entonces la vinculación entre economía y política, con el convencimiento de que la reivindicación pasa por la revolución. En este punto pasa entonces la reflexión de Marx sobre el proceso vital, es decir, su consideración sobre la vida como el bien más importante.
Aquí Arendt pasa a detallar dos etapas del pensamiento de Marx. En un primer momento, Marx considera que la necesidad es resultado de la violencia humana, y en una segunda instancia pasa a ver la opresión como un resultado económico, es decir, invierte su postura (primero las condiciones económicas de necesidad eran a causa de la violencia, y luego la opresión violenta es resultado de procesos económicos). Arendt entiende este giro teórico de Marx en relación a la ideologización de la economía.

Terminado el espacio de Marx, el desarrollo del capítulo pasa a considerar la pobreza y el desenvolvimiento de la revolución. En Europa las condiciones de miseria no permitieron el desarrollo normal de una revolución, todo lo contrario a lo que sucedía en los EEUU.

En el nuevo continente no existía ni la miseria ni la pobreza, y por lo tanto el problema planteado en esa revolución era estrictamente político y no social, era la preocupación por la forma de gobierno, no por la forma o el orden social.

Esta ausencia de miseria permitió también a los padres fundadores comprender los aspectos políticos de la pobreza, la incapacidad del pobre no solo en sus condiciones materiales, sino en sus posibilidades de ser atendido, de participar, de ser escuchado.

La realización material del pobre pasa por la liberación sin tomar conciencia sobre la libertad. En este sentido, las condiciones materiales y su solución terminan asentándose en la esfera de la realización privada, sin buscar distinción pública.

En Europa, y específicamente en Francia, las condiciones de miseria promovieron la compasión como inspiración fundamental de los hombres que llevaron a cabo la revolución. En América, en cambio, la carga destructiva de la pobreza la cargaron los esclavos negros. En este país los revolucionarios lograron acabar con la esclavitud por una integridad de valores, específicamente en consecuencia con el valor fundamental de la libertad, pero no en modo alguno porque se conmovieran por las condiciones de los esclavos.

En Francia la inspiración en la cuestión social pasa estrictamente por las condiciones de fuerte pobreza y no por algún otro aspecto de superación o status social. La verdadera compresión de los pobres y su beneficio de amplitud política llegará mucho después de la revolución francesa, con la evolución de las atribuciones jurídicas y políticas del Estado social de derecho.

En América las consideraciones sobre los pobres y su preparación y desarrollo pasaron no por la compasión sino por las reflexiones públicas sobre el papel de cada ciudadano dentro de la república.

Hecha esta diferenciación, Arendt profundiza sobre el tema de la pobreza y el desarrollo de la revolución francesa. En primer lugar considera que la llegada de un gobierno revolucionario no generó nuevas condiciones entre gobernantes y gobernados, y que en el peor de los casos, fue una usurpación del poder. 

En relación a esto los agentes revolucionarios consideran como virtud la capacidad para preocuparse por el bienestar del pueblo, es una capacidad para desprenderse de las necesidades personales y observar la necesidad y el padecimiento de la mayoría. En este sentido es que la compasión pasa a jugar un papel fundamental en la revolución francesa, ya que precisamente significa el poder padecer con el pueblo. Es una compasión sustentada en la pasión.

Es por esto que los jacobinos se preocupaban más por el pueblo que por la república, no estaban interesados por las formas de gobierno. A partir de aquí cobra una gran relevancia y fuerza la idea de Rousseau sobre la voluntad general, que siendo voluntad es mucho más fuerte e indivisible que el consentimiento, el cual se refiere a la deliberación dentro de un cuerpo político dado.

La voluntad general contiene la idea de unidad. Es un elemento que permite convertir al pueblo en un cuerpo homogéneo, que ahora no cuenta con el monarca para que cumpla esta función. Sin embargo, la voluntad no debe ser confundida con estabilidad.

Esta concepción de unidad solo puede concebirse en lo que se refiere a la política exterior, porque solo puede afirmarse frente a los enemigos. Esta situación permitió concebir un “enemigo” interno en la nación, y más específicamente, dentro de cada ciudadano: los intereses particulares de cada uno.

De esta forma la voluntad general es la articulación del interés general de la nación, que inevitablemente se contrapone a los intereses particulares de cada individuo. Los ciudadanos deben confrontar internamente sus intereses particulares con el fin de someterlos al interés general. De aquí que el revolucionario muestre una actitud de confrontación con el interés particular.

Entendido esto, Arendt explica las bases emocionales e interiores del movimiento revolucionario. Como ya se mencionó, la fuerza mas importante de la revolución es la compasión ante el sufrimiento del pobre. Vemos aquí la primera muestra de la supremacía del corazón sobre la razón, en el siglo XVIII, antes del romanticismo. La razón se entiende como fuente de egoísmo e indiferencia. Sin pasión y compasión termina por desarrollarse en el vicio.

Según Arendt, los revolucionarios franceses no concibieron la bondad mas allá de la virtud ni la maldad más allá del vicio, es decir, no pudieron concebir la maldad y la bondad fuera de los espacios sociales. La bondad y la maldad fuera de lo social son condiciones del hombre natural, que se expresan en la violencia, pues estando fuera de lo social, no se manifiestan a través de una regulación o de la ley, sino de la simple fuerza. Estos absolutos (del bien y del mal) son dañinos para el hombre porque se expresan en la violencia.

Además de esta diferenciación, se deja en claro la diferencia entre compasión, piedad y solidaridad. La compasión reduce los espacios o distancias que existen en las relaciones entre los hombres, y no se basan en la reflexión o la elocuencia, sino más bien en la expresividad básica del sentimiento en relación al sufrimiento de una persona. La piedad es un sentimiento hacia el que sufre, pero no es pasión, no es capacidad de sentir el sufrimiento, y por lo tanto se expresa más en el discurso. De esta forma la compasión es irrelevante para la política, pues carece de un discurso, y no se puede manifestar en las relaciones políticas.

La solidaridad es una expresión racional que motiva la acción, por lo tanto, puede ser un encauzamiento político de la compasión (sin la pasión). La solidaridad es promovida por el padecimiento, pero no se guía por este, en cambio la piedad sí. No obstante esta definición o entendimiento se deja en claro que la piedad es igual de capaz para la crueldad que la propia crueldad.

Esta apertura de piedad, esa infinitud en el sentimiento, termina convirtiendo al revolucionario en una persona insensible ante ciertas realidades, ya que literalmente son capaces de sacrificar todo por la historia o la revolución. Aquí hay una diferenciación clave con la revolución americana, pues en esta se estableció, a través de los padres fundadores, instituciones duraderas que organizaran la vida política de la nación, mientras que en Francia fue un movimiento de liberadores movidos por el sentimiento de compasión hacia la miseria.

Para los americanos el pueblo era un conglomerado de intereses, todos iguales ante la ley y con los derechos para deliberar y participar en el orden político establecido por un marco jurídico basado en los ideales de libertad. En la revolución francesa los ideales de liberación promueven al pueblo como fuerza suprema, como fundamento de la política, mostrándolo en una falsa unidad, pues se sustenta precisamente en la miseria.

Seguido a estas reflexiones, Arendt profundiza aún mas es las motivaciones de los revolucionarios franceses. Pasa a explicar como los sentimientos y pasiones que se albergan en el corazón son experiencias íntimas y personales que inevitablemente se desenvuelven a lo interno de cada persona, y en ese espacio de confidencialidad es que encuentran sentido, ya que al alcanzar la luz pública pierden su rectitud y se convierten, en cierta medida y de forma inevitable en apariencia. Para Arendt es imposible no esconder los motivos del corazón a la luz pública.

De aquí la lucha de Robespierre contra la hipocresía, porque traspasó los conflictos propios de lo interno del hombre a la esfera de la política, donde terminaron siendo traducidos en fenómenos violentos, pues al verse expuestos como situaciones públicas nunca encontraron solución. La lucha revolucionaria era una exposición abierta de los sentimientos y las pasiones, el motivo de la acción política se basaba entonces en la reciprocidad que hacía en su reflexión en revolucionario con el sentimiento que le oprimía el corazón.

La hipocresía pasa a jugar un papel fundamental como el vicio de los vicios, porque la hipocresía es la apariencia que oculta el sentimiento, que miente y engaña respecto a lo verdadero. Aquí el autor contrasta dos ideas sobre la hipocresía, que de manera profunda se comprende en la dualidad entre ser y apariencia: la de Sócrates y la de Machiavelli.

En Sócrates la apariencia se va encontrar con una dualidad interna del hombre que eventualmente la va a juzgar, son los principios rectores del autogobierno que Sócrates consideró como los que deben dirigir la vida de los hombres. En Machiavelli la recomendación es en aparentar, pero precisamente porque el florentino sabe acusar la diferencia entre los asuntos de la apariencia y de la permanencia, que tienen que ver con lo trascendente.

En Francia la hipocresía sin dudas estaba vinculada con los sectores sociales pudientes, que estaban profundamente corrompidos. Era una concepción sustentada en el pensamiento de Rousseau, que entendía a la sociedad como el gran elemento que corrompía al hombre bueno. Es por esto que Robespierre termina considerando a los pobres como buenos y santos, pues se encuentran al margen del orden social establecido. De aquí que los derechos del hombre que se establecen en Francia son considerados como naturales, pre políticos, y que terminan considerándose el sustento del orden político posterior. Son derechos que se basan en la humanidad, en cuento que seres vivos que son poseedores de derechos, incluso antes de cualquier entidad política que se establezca.

Para cerrar el capítulo, Arendt formula una fuerte crítica a las revoluciones y su sustento en la compasión, pues termina por concluir que esta direccionalidad inevitablemente termina en actos violentos. Ha llegado a comprender que la manifestación natural del pobre es la rabia y la venganza, pues el resultado de una violencia exaltada que estalla por una frustración acumulada. Cuando la revolución promueve la emancipación del oprimido en base a la compasión, genera un desequilibrio ya que está actuando fuera de los campos de la racionalidad.

Arendt está segura que la revolución, al intentar remendar la cuestión social a través de medios políticos termina transformándose en terror, en violencia y crimen justificado, porque proviene del pueblo, el cual, dentro de esta lógica, está por encima de las instituciones.

La idea de liberación de la necesidad ha sido la promotora de los demás movimientos revolucionarios de la historia luego del siglo XVIII, y además se sostienen en la cuestión social porque la confrontación entre pobres y ricos genera mucha mas fuerza que la confrontación entre oprimidos y opresores.


El gran legado negativo de la revolución francesa fue incluir lo social en la política, la necesidad, situación que solo termina desembocando en violencia, o al menos así lo comprendió Hannah Arendt. 

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