jueves, 22 de agosto de 2013

Nevelyn Otazo Resumen 3

Capítulo III
Labor

11. “La labor de nuestro cuerpo y el trabajo de nuestras manos”

La distinción entre labor y trabajo, la palabra labor entendida como nombre, nunca designa el producto acabado, el resultado de la labor, sino que se queda en nombre verbal para clasificarlo con el gerundio, mientras que el propio producto deriva invariablemente de la palabra que indica trabajo.

El motivo de esta distinción se haya pasado por alto en la antigüedad y no se haya explorado su significación es bastante claro. El desprecio hacia la labor, que originalmente surge de la apasionada lucha por la libertad mediante la superación de las necesidades, y del no menos apasionado rechazo de todo esfuerzo que no dejara huella, monumento ni gran obra digna de ser recordada, se propago con las recientes exigencias de la vida de la polis sobre el tiempo de los ciudadanos, así como debido a su insistencia en la abstracción de lo que no fueran actividades políticas, hasta que englobo todo lo que suponía un esfuerzo.

Laborar significaba estar esclavizado por la necesidad, y esta servidumbre era inherente a las condiciones de la vida humana. ¿Donde se gasta la mayor cantidad de tiempo y esfuerzo, en público o en privado?

La distinción entre labor productiva e improductiva o la de trabajo experto o inexperto, y posteriormente la distinción en trabajo manual e intelectual. Dicho con otras palabras, la distinción entre labor productiva e improductiva contiene, aunque con prejuicio, la distinción más fundamental entre trabajo y labor. En efecto, signo de todo laborar es que no deja nada tras de sí, que el resultado de un esfuerzo se consume casi tan rápidamente como se gasta el esfuerzo.

La productividad de la labor no es esta en sí misma, sino el superávit del poder de la labor humana, la introducción de este término señalo, el elemento más elemental y revolucionario de todo su sistema. A diferencia de la productividad del trabajo, que añade nuevos objetos al artificio humano, la productividad del poder de la labor solo produce objetos de manera incidental y fundamentalmente se interesa por los medios de su propia reproducción; puesto que su poder no se agota asegurada su propia reproducción, puede usarse para la reproducción de más de un proceso de vida, si bien no produce más que vida.

En la obra de Marx todo el laborar es productivo, y la anterior distinción entre las tareas domesticas que no dejaban huella y la producción de cosas lo suficientemente duraderas para su acumulación pierde su validez. En una humanidad socializada por completo, cuyo único propósito fuera mantener el proceso de la vida, la distinción entre labor y trabajo desaparecería por entero; todo trabajo se convertiría en labor debido a que las cosas se entendería no en su mundana y objetiva cualidad, sino como resultado del poder de la labor y de las funciones del proceso de la vida.

Siempre que el trabajador intelectual desea manifestar sus pensamientos, ha de usar sus manos y adquirir habilidad manual como cualquier otro trabajador. Dicho por otras palabras, pensar y trabajar son dos actividades diferentes que nunca coinciden por completo; el pensador que quiere que el mundo conozca el contenido de sus pensamientos, lo primero de todo ha de hacer una pausa y recordar sus pensamientos.

12. El carácter de cosa del mundo

El lenguaje y las fundamentales experiencias humanas que lo sustentan, es lo que nos ensena que las cosas del mundo, entre las que se consume la vita activa, son de naturaleza muy diferente y producida por muy distintas clases de actividad. Consideramos en su mundanidad, acción, discurso y pensamiento tienen mucho más en común que cualquiera de ellos con el trabajo o la labor. No producen, no engendran nada, son tan fútiles como la propia vida. Para convertirse en cosas mundanas, es decir, en actos, hechos, acontecimientos y modelos de pensamientos o ideas, lo primero de todo han de ser vistos, oídos, recodados y luego transformados en cosas, en rima poética, en página escrita o libro impreso, en cuadro o escultura, en todas las clases de memorias, documentos y monumentos.


13. Labor y vida

La vida es un proceso que en todas partes consume la durable, lo desgasta, lo hace desaparecer, hasta que finalmente la materia muerta, resultado de pequeños, singulares y cíclicos procesos de la vida, retorna al total y gigantesco circulo de la propia naturaleza, en el que no existe comienzo ni fin y donde todas las cosas naturales giran en inmutable en inmortal repetición.

Nacimiento y muerte presuponen un mundo que no está en constante movimiento, pero cuya cualidad de durable y de relativa permanencia hace posible la aparición y desaparición, que existía antes de la llegada de cualquier individuo y que sobrevivirá a su marcha final.

La palabra vida, limitada por un principio y un fin, es decir, por los supremos acontecimientos de aparición y desaparición del mundo, sigue un movimiento estrictamente lineal, llevado por el motor de la vida biológica que el hombre comparte con otras cosas vivas y que retiene para siempre el movimiento cíclico de la naturaleza.

Solo cuando entran en el mundo hecho por el hombre, los procesos de la naturaleza pueden caracterizarse por el crecimiento y la decadencia; solo si consideramos los productos de la naturaleza, este árbol o este perro, como cosas individuales, con lo cual ya los sacamos de su medio ambiente natural y los ponemos en nuestro mundo, comienzan a crecer y decaer.

Desde el punto de vista de la naturaleza, el trabajo más que la labor es destructivo, puesto que su proceso saca la materia de las manos de la naturaleza, sin devolvérsela en el rápido curso del natural metabolismo del cuerpo vivo. La protección y preservación del mundo contra los procesos naturales son duros trabajos que exigen la realización de monótonas y diarias tareas.



14. Labor y fertilidad

El repentino y espectacular ascenso de la labor desde la más humilde y despreciada posición al rango más elevado, a la más estimada de todas las actividades humanas, comenzó cuando Locke descubrió que la labor es la fuente de toda propiedad.

El esfuerzo de la labor nunca libera al animal laborante de la repetición una y otra vez de dicho esfuerzo y por lo tanto, queda como una eterna necesidad impuesta por la naturaleza.

La labor añade a la naturaleza algo propio del hombre, pero la proporción entre lo que la naturaleza, y lo que el hombre añade es exactamente lo contrario en los productos de labor y en los productos de trabajo. Las buenas cosas para el consumo nunca pierden por completo su naturaleza, el grano de trigo nunca desaparece por entero en el pan, ni el árbol en la mesa. De todas las actividades humanas solo la labor, no la acción ni el trabajo, es interminable, y progresa de manera automática en consonancia, con la propia vida y al margen de las decisiones o propósitos humanamente intencionados.

La fertilidad del metabolismo humano con la naturaleza, que surge de la natural redundancia de la fuerza laboral, toda vía participa de la superabundancia que observamos por todas partes en la familia de la naturaleza. La bendición o júbilo de la labor es el modo humano de experimentar la pura gloria de estar vivo.

La fuerza de la vida es la fertilidad. El organismo vivo no se agota tras proveer lo necesario para su propia reproducción, y su excedente radica en su potencial multiplicación.

15. Lo privado de la propiedad y riqueza

La labor de nuestro cuerpo  y el trabajo de nuestras manos pasan a ser uno y lo mismo, ya que ambos son los medios para apropiarse de lo que Dios… ha dado… en común a los hombres. La igualdad de productividad con fertilidad en la filosofía de la labor propia de la época moderna se haya visto seguida por las diferentes variedades de filosofía de la vida que se basan en la misma igualdad.

16. los instrumentos del trabajo y la división de la labor

La condición humana es tal que el dolor y el esfuerzo no son meros síntomas que se pueden suprimir sin cambiar la propia vida; son más bien los modos en que la vida, junto con la necesidad a la que se encuentra ligada, se deja sentir, para los mortales, la vida fácil de los dioses seria una vida sin vida. ¿Pero los dioses no están condicionados por sus necesidades? ¿Tendríamos realmente libertad de escoger al no tener necesidades, si nuestra vida no es vida? ¿Son las necesidades lo que le da sentido a la vida humana?

El hombre no puede ser libre si no sabe si no sabe que está sujeto a la necesidad, debido a que gana siempre su libertad con sus intentos nunca logrados por entero de liberarse de la necesidad. El proceso de fabricar una cosa es limitado y la función del instrumento acaba con el producto terminado; el proceso de vida que requiere el laborar es una actividad interminable y el único instrumento que le igualara tendría que ser un perpetuunm mobile, es decir, el instrumentum vocale, tan vivo y activo como el organismo al que sirve.

La especialización del trabajo y la división de la labor solo tienen en común el principio general de organización, que en si nada tiene que ver con el trabajo o con la labor, sino que debe su origen a la esfera estrictamente política de la vida, al hecho de la capacidad del hombre para actuar y hacerlo junto y de acuerdo con otros.





17. Una sociedad de consumidores

Se dice con frecuencia que vivimos en una sociedad de consumidores, y puesto que, como hemos visto, labor y consumo no son más que dos etapas del mismo proceso, impuesto al hombre por la necesidad de la vida, se trata tan solo de otra manera de decir que vivimos en una sociedad de laborantes.

El arte de la violencia, de la guerra, de la piratería, y finalmente, del gobierno absoluto, llevaron a los derrotados a servir a los vencedores, con lo que estos tuvieron en suspenso a la necesidad durante el periodo más largo de la historia. La elevación de la labor y la necesidad inherente al metabolismo laborante con la naturaleza parecen estar íntimamente relacionadas con la degradación de todas las actividades que surgen directamente de la violencia, como el empleo de la fuerza en las relaciones humanas, o que contienen en sí mismas un elemento de violencia que, como ya veremos, es el caso de toda habilidad en la elaboración de cosas.


El triunfo logrado por el mundo moderno sobre la necesidad se debe a la emancipación de la labor, es decir, al hecho de que al animal laborans se le permitió ocupar la esfera pública; y sin embargo, mientras el animal laborans siga en posesión de dicha esfera, no puede haber autentica esfera pública, sino solo actividades privadas abiertamente manifestadas. El resultado es lo que llamamos con aufemismo cultura de masas, y su enraizado problema es un infortunio universal que se debe, por un lado, al perturbado equilibrio entre labor y consumo y, por el otro, a las persistentes exigencias del animal laborans para alcanzar una felicidad que solo puede lograrse donde los procesos de agotamiento y regeneración de la vida, del dolor y de librarse de él, encuentren un perfecto equilibrio.

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