lunes, 9 de septiembre de 2013

Carmelo Zambrano Resumen VI

Universidad Central de Venezuela
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Escuela de Estudios Políticos y Administrativos
Prof. Edgar Pérez. Alumno: Zambrano M. Carmelo Enrique
Seminario: La Contemporaneidad del Pensamiento Político de Hannah Arendt.

HANNAH ARENDT
“LA CONDICIÓN HUMANA”

Capítulo VI
LA VITA ACTIVA Y LA ÉPOCA MODERNA

Arendt en el último capítulo de la condición humana menciona como el progreso tecnológico nos permite acortar la distancia terrestre y al mismo tiempo va aumentando la separación entre el hombre y la Tierra “la humanidad se aliena de su inmediato mundo terreno”. Nuestro poder sobre este mundo lo conseguimos alienándonos de él.
En nuestras sociedades más desarrolladas se da una inútil producción de medios de destrucción que se van acumulando y que necesitan ser eliminados porque pronto quedan anticuados.
La moderna pérdida de fe, cree Arendt, es de origen religioso. El hombre no se hace más mundano al dejar de creer en el más allá. No vuelve al mundo sino a sí mismo. La grandeza de Max Weber estaría en descubrir el ascetismo interior mundano “el interés y preocupación por el yo es el combustible que hace posible una enorme y estrictamente mundana actividad sin tener que preocuparse o disfrutar del mundo”. La característica de la Época moderna estaría en la alienación del mundo y no en la propia alienación como creía Marx. “El proceso de acumulación de riqueza, tal como lo conocemos, estimulado por el proceso de la vida humana, sólo es posible si se sacrifican el mundo y la misma humanidad del hombre”.
El proceso globalizado va llegando inevitablemente. Si la familia y su propiedad fueron sustituidas por la pertenencia a una clase y por el territorio nacional, la humanidad comienza ahora a reemplazar a las sociedades nacionalmente ligadas, y la Tierra sustituye al limitado territorio del Estado. Podemos pensar que la decadencia de la esfera pública y privada fue provocada por el auge de la sociedad.
A través del telescopio Galileo ilumina los secretos del universo con la misma certeza que antes se tenía en la percepción de los sentidos. Con los nuevos instrumentos, cada vez más complejos, la ciencia moderna nos lleva desde la astrofísica a la microfísica para observar la estructura interna de la realidad. El intento de esta descripción objetiva resulta una pasión inútil en cuanto tomamos conciencia de que los distintos avances en la investigación nos confunden a nosotros mismos: encontramos las leyes que nosotros previamente hemos elaborado en nuestra mente.
La filosofía moderna, para Arendt comienza con la duda universal de Descartes. Esta duda va a ser el eje invisible y el motor que anime todo el pensar, ya que es la respuesta que da Descartes a la nueva realidad que aparece. Ya no es la razón sino el telescopio construido por el hombre el que nos sitúa en el nuevo punto de vista sobre el mundo físico.
El puro interés cognitivo de la conciencia por su propio contenido, la introspección, debe producir la certeza, no la reflexión de la mente del hombre sobre el estado de su alma o cuerpo.
El orden jerárquico entre vida contemplativa y vida activa se invierte como consecuencia de los cambios producidos en la  Época Moderna. Hannah Arendt piensa que para entender los motivos de dicha inversión debemos librarnos del prejuicio común consistente en creer que el desarrollo de la ciencia moderna ha sido animado por el deseo pragmático de mejorar nuestras condiciones de vida en la Tierra. La nueva tecnología se origina en una búsqueda no práctica de conocimiento inútil.
En la vida activa van a destacar el hacer y fabricar como atributos propios del homo faber. Esta actividad va ligada al desarrollo moderno vinculado a la manufactura de útiles e instrumentos. El hacer y conocer se mezclan en la construcción del experimento donde se intenta repetir el proceso natural. El qué y el por qué van a ser sustituidos por el cómo en el proceso invisible de las actividades constructivas de homo faber en la Época Moderna.
La victoria del animal laborans no habría llegado plenamente si la duda cartesiana no hubiera desprovisto a la vida individual de su certeza de inmortalidad. El hombre moderno, cuando perdió la certeza de un mundo futuro se lanzó dentro de sí y no del mundo. Arendt insiste en la diferencia entre los términos secular y mundano  “el hombre moderno no ganó este mundo cuando perdió el otro, ni tampoco, estrictamente hablando ganó la vida. Se vio obligado a retroceder y a adentrarse en la cerrada interioridad de la introspección. Así el hombre quedó reducido a sus apetitos y deseos. La única cosa que podía ser potencialmente inmortal, tan inmortal como el cuerpo político en la antigüedad y la vida individual durante la Edad Media, era la vida misma: el posiblemente eterno proceso vital de la especie humana

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