lunes, 9 de septiembre de 2013

Darío Márquez: Cap. III "La Condición Humana"



Hannah Arendt: “La Condición Humana”
Resumen Sintético (Cap. III)


En este capitulo Arendt propone una diferencia entre las palabras labor y trabajo, no sin antes hacer una referencia a los filósofos clásicos como es usual en su obra.
La autora plantea que para los antiguos, había cierto desprecio por la labor (satisfacer las necesidades vitales) ya que ésta suponía un obstáculo para llegar a la libertad. Laborar significaba estar esclavizado por la necesidad, principio con el que se sustentaba la esclavitud, ya que sólo se podía ganar la libertad, sujetando a la fuerza a algunos al terreno de la necesidad.
Esto para los antiguos era un intento de excluir la labor de las condiciones de vida del hombre, lo que llevo a que la diferencia entre labor y trabajo fuera ignorada. Para ellos sólo había una distinción entre las actividades que se realizaban en lo público político (esfera pública) y la familia (la esfera privad, donde reside el esclavo).
Arendt dirá que ya para la época moderna todavía no se ha generado una clara distinción entre el Animal Laborans (algo como el esclavo de la antigua Grecia) y el Homo Faber. En vez de eso, se encuentran ciertas distinciones derivadas de la exaltación del trabajo, sobre las otras actividades humanas.
La labor improductiva y productiva; la primera vista como tareas domesticas que dejan huellas, no producen, y la segunda como producción de cosas lo suficientemente duraderas (cabe destacar que esta distinción es el núcleo de la diferencia entre labor y trabajo, cuyo valor decae con la teoría de Marx donde todo laborar es productivo)
También se hace una distinción entre el trabajo inexperto - experto y el trabajo manual – intelectual (aunque para Marx éstas no tienen papel alguno en su teoría y para Arendt no juegan un papel de relevante importancia).
El carácter de cosa del mundo
En este apartado se habla de la familiaridad que se tiene con el mundo, debido al uso y no consumo de las cosas que se producen mediante el trabajo, y que de alguna manera u otra aligeran las necesidades humanas. Dichos objetos de usos son para el mundo, lo que los objetos de consumo son para la vida.
Aparte de estos bienes de consumo y objetos de uso, se encuentran los productos de la acción y el pensamiento, que en un principio “no producen”, pero pueden ser convertidos en cosas mundanas si son vistos, oídos, plasmados en papel, etc. Lo que contribuye a darle durabilidad en el tiempo, éste principio es lo que hace que el mundo resulte tan real y confiable para el humano.
Labor y vida: Arendt citando a Marx dice que la labor y consumo son etapas que están en un perpetuo ciclo con el propósito de sustentar la vida biológica. Ambos como procesos destructivos de la materia desde el punto de vista del mundo, y distinto del trabajo, que lo que hace es transformar la materia con el fin de usar el producto acabado.
Labor y fertilidad: El ascenso de la labor desde un punto de desprecio para los antiguos, hasta llegar a un rango más elevado en la modernidad tiene su origen en Locke, con su teoría de que toda labor es fuente de toda propiedad, con Adam Smith que la ve como fuente de toda riqueza, y con Marx llega a su punto cumbre al decir que la labor es fuente de toda productividad y expresión de la humanidad del hombre.
La primera critica que hace la autora es que todos estos autores, igualaron, confundieron y tal vez mezclaron a la labor con el trabajo; la metáfora de la fertilidad de la vida, donde la labor progresa en consonancia con la propia vida. Marx basa parte de su teoría en dicha metáfora, sosteniendo que la productividad de la labor depende de una fuerza natural, “la fuerza de la labor del cuerpo”, que reproduce su propia vida y así asegura su supervivencia.
La autora introduce otra crítica diciendo que a Marx no se le ocurrió en absoluto tomar en cuenta, una existencia aparte de las cosas mundanas donde se soporta y trasciende los procesos devoradores de la vida (producción y consumo).
Lo privado de la propiedad y la riqueza.
En el desarrollo de la época moderna y con el auge de lo social, la actividad más privada, el laborar ha pasado a lo público, poniendo en duda si la propiedad poseída privadamente puede soportar el proceso del crecimiento de la riqueza.
Para Arendt en una sociedad de propietarios es el mundo el centro de los cuidados y la preocupación humana y no la necesidad de la vida, y la abundancia natural propias de una sociedad de laborantes, igual pasa en una sociedad donde el principal interés es la riqueza y el proceso de acumulación como tal (aunque esta se vería interrumpida por el hecho de que los individuos privados son mortales, es decir no cuentan con un tiempo ilimitado que los ayude a seguir enriqueciéndose).
Señala que ni la abundancia de bienes ni la disminución del tiempo en la labor dan por resultado el establecimiento de un mundo común, y que el animal laborans no dejará de ser menos privado, por que se le haya quitado la propiedad privada para protegerse de la esfera común.
Los instrumentos del trabajo y la división de la labor.
Los instrumentos que facilitan la labor, no son en si propios de esta, si no del trabajo, ya que forman parte del mundo de objetos usados, auxiliares que poseen una importancia secundaria, sin embargo, hay un principio con respecto al proceso de la labor humana que es fundamental, y es la división de la labor (no confundir con la especialización presente en el trabajo).
La división laboral se basa en el hecho de que dos hombres pueden juntar fuerzas para comportarse como si fueran uno, su fin sigue siendo el de la reproducción de los medios de subsistencia.
Dicho esto, la autora hará una reflexión acerca de cómo en la modernidad, el ideal del hombre fabricante (Homo faber) de permanencia y durabilidad ha sido remplazado por el ideal del animal laborans, de la abundancia, debido a que se vive en una sociedad de consumidores, que tiene la necesidad de reemplazar cada vez más rápido las cosas que le rodean.
Cambiando así el trabajo por laborar, ya que ésta actividad es la que es capaz de producir abundancia, pudiendo decirse que la sociedad moderna es una sociedad de laborantes.
El peligro de una sociedad así, yace en que se puede llevar a la humanidad bajo el yugo de la necesidad, con una cultura de masas cada vez más enraizada en los ciclos de labor y consumo, que sólo encontraría la felicidad si hay un equilibrio entre los procesos de agotamiento y regeneración de la vida. Esta sociedad fascinada por su “fertilidad” puede no ser capaz de reconocer su propia extinción, ya que no se fijaría en otra circunstancia permanente, luego de que acabe “su labor”.

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