Sobre la Revolución
Capítulo III
La
autora, continua en este capítulo haciendo énfasis en la violencia, la cual según nos plantea se ha
convertido en una las características principales en las revoluciones, en dos sentidos, la
violencia como justificación en las
necesidades del hombre, y por el otro lado como garante de la liberación del
ser humano en general.
Las
revoluciones se producen, en palabras de H. Arendt, allí donde existe un clima
de inestabilidad política, sin embargo, no necesariamente un gobierno incapaz
de imponer su autoridad y mantener el orden está sujeto a enfrentar una
revolución. Para ello es necesaria la presencia de un grupo de hombres que,
además de ansiar el poder, se encuentren lo suficientemente unidos y
organizados para afrontar el colapso institucional. Muestra el ejemplo de la
Francia de la revolución, en la que el colapso político institucional aunado al
descrédito de las creencias religiosas precipitó el colapso del ancien régime.
Pasando
al tema de las distinciones entre la Revolución Americana y la Francesa y al
tema de la felicidad, existe para Arendt algo en común en ambas revoluciones es
el anhelo por alcanzar la libertad política, entendida como el derecho a
reunirse y a participar en los asuntos públicos. En el caso de la Revolución
Americana el término fue sustituido por felicidad pública y era precedida (a
diferencia de la Revolución Francesa) por la experiencia de las corporaciones
americanas: agrupaciones de habitantes que se reunían con la finalidad de
discutir los negocios públicos. Previo a la Revolución Francesa se desconocía
en la Francia de la época cualquier
práctica de libertad pública y su
deseo era el producto de las disertaciones teóricas y sueños de los hombres de
letras.
Es
posible identificar también la esfera de la felicidad privada, que se
caracteriza por el derecho al goce de la propiedad privada, de los placeres de
la vida (más allá de la cobertura de las necesidades biológicas básicas) y de
una progresiva estabilidad económica. La combinación de la felicidad pública
con la felicidad privada desemboca en la libertad plena: único objeto legítimo
del buen gobierno. Lo contrario es tiranía, al respecto afirma Arendt que:
La
tiranía, según terminaron por entenderla las revoluciones, era una forma de
gobierno en la que el gobernante, incluso aunque gobernase de acuerdo a las
leyes del reino, había monopolizado para sí mismo el derecho a la acción, había
relegado a los ciudadanos de la esfera pública a la intimidad de sus hogares y
les había exigido que se ocupasen de sus asuntos privados. (pág. 130).
A
pesar de los esfuerzos por alcanzar la libertad pública, en el transcurso de
ambas revoluciones se perdió su significado
y cayó en el olvido. En el caso de la Revolución Francesa los esfuerzos
se concentraron en calmar el hambre y cubrir las necesidades de los más
desposeídos. En lo que concierne a la Revolución Americana fueron el
enriquecimiento de las familias y la procura de los intereses personales lo que
captó la atención de la vanguardia revolucionaria. En ambas revoluciones la
búsqueda de la abundancia y la libertad privada se situaron por encima de las
libertades públicas. Sin embargo cada revolución sorteó de distinta manera la
disparidad de intereses, así lo señala H. Arendt:
La
discusión del conflicto de los intereses privados versus los intereses públicos
jugó un gran papel en ambas revoluciones, y de allí se derivó la conclusión de
que eran considerados genuinos revolucionarios aquellos que eran movidos por el
amor a la libertad pública.
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