martes, 10 de septiembre de 2013

Jennifer Mujica, Resumen Cap III


Sobre la Revolución
Capítulo III
La autora, continua en este capítulo haciendo énfasis en la  violencia, la cual según nos plantea se ha convertido en una las características principales en  las revoluciones, en dos sentidos, la violencia como  justificación en las necesidades del hombre, y por el otro lado como garante de la liberación del ser humano en general.
Las revoluciones se producen, en palabras de H. Arendt, allí donde existe un clima de inestabilidad política, sin embargo, no necesariamente un gobierno incapaz de imponer su autoridad y mantener el orden está sujeto a enfrentar una revolución. Para ello es necesaria la presencia de un grupo de hombres que, además de ansiar el poder, se encuentren lo suficientemente unidos y organizados para afrontar el colapso institucional. Muestra el ejemplo de la Francia de la revolución, en la que el colapso político institucional aunado al descrédito de las creencias religiosas precipitó el colapso del ancien régime.    
Pasando al tema de las distinciones entre la Revolución Americana y la Francesa y al tema de la felicidad, existe para Arendt algo en común en ambas revoluciones es el anhelo por alcanzar la libertad política, entendida como el derecho a reunirse y a participar en los asuntos públicos. En el caso de la Revolución Americana el término fue sustituido por felicidad pública y era precedida (a diferencia de la Revolución Francesa) por la experiencia de las corporaciones americanas: agrupaciones de habitantes que se reunían con la finalidad de discutir los negocios públicos. Previo a la Revolución Francesa se desconocía en la Francia de la época cualquier  práctica de libertad pública  y su deseo era el producto de las disertaciones teóricas y sueños de los hombres de letras.
Es posible identificar también la esfera de la felicidad privada, que se caracteriza por el derecho al goce de la propiedad privada, de los placeres de la vida (más allá de la cobertura de las necesidades biológicas básicas) y de una progresiva estabilidad económica. La combinación de la felicidad pública con la felicidad privada desemboca en la libertad plena: único objeto legítimo del buen gobierno. Lo contrario es tiranía, al respecto afirma Arendt que:
La tiranía, según terminaron por entenderla las revoluciones, era una forma de gobierno en la que el gobernante, incluso aunque gobernase de acuerdo a las leyes del reino, había monopolizado para sí mismo el derecho a la acción, había relegado a los ciudadanos de la esfera pública a la intimidad de sus hogares y les había exigido que se ocupasen de sus asuntos privados. (pág. 130).  
A pesar de los esfuerzos por alcanzar la libertad pública, en el transcurso de ambas revoluciones se perdió su significado  y cayó en el olvido. En el caso de la Revolución Francesa los esfuerzos se concentraron en calmar el hambre y cubrir las necesidades de los más desposeídos. En lo que concierne a la Revolución Americana fueron el enriquecimiento de las familias y la procura de los intereses personales lo que captó la atención de la vanguardia revolucionaria. En ambas revoluciones la búsqueda de la abundancia y la libertad privada se situaron por encima de las libertades públicas. Sin embargo cada revolución sorteó de distinta manera la disparidad de intereses, así lo señala H. Arendt:
La discusión del conflicto de los intereses privados versus los intereses públicos jugó un gran papel en ambas revoluciones, y de allí se derivó la conclusión de que eran considerados genuinos revolucionarios aquellos que eran movidos por el amor a la libertad pública.


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