martes, 10 de septiembre de 2013

Cesar Diaz Resumen 4



Universidad Central de Venezuela
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Escuela de Ciencias Políticas y Administrativas
Seminario “Contemporaneidad del pensamiento político de Hannah Arendt”
Profesor: Edgar Pérez








Resumen 4:
Capítulo 4 de “La Condición Humana”








Alumno: Díaz, Cesar
Caracas, agosto de 2013
El carácter duradero del mundo:
            El trabajo de nuestras manos, a diferencia del trabajo de nuestros cuerpos- el homo faber que fabrica y literalmente “trabaja sobre” diferenciado del animal laborans que labora y “mezcla con”-, fabrica la interminable variedad de cosas cuya suma total constituye el artificio humano. Principalmente, aunque no de manera exclusiva, se trata de objetos para el uso que tienen ese carácter durable exigido por Locke para el establecimiento de la propiedad, el “valor” que Adam Smith necesitaba para que el intercambio mercantil, y que dan testimonio de su productividad, que para Marx era prueba de naturaleza humana. El carácter duradero del artificio humano no es absoluto, ya que el uso que hacemos de él, aunque no lo consumamos, lo agota. Lo que el uso agota es el carácter duradero.
            Este carácter duradero da a las cosas del mundo su relativa independencia con respecto a los hombres que las producen y las usan, su “objetividad” que las hace soportar, “resistir” y perdurar, al menos por un tiempo, a voraces necesidades y exigencias de sus fabricantes y usuarios, contra la subjetividad de los hombres se levanta la objetividad del mundo hecho por el hombre más bien que la sublime indiferencia de una naturaleza intocada, cuya abrumadora fuerza elemental, por el contrario, les obliga a girar inexorablemente en el circulo de su propio movimiento biológico, tan estrechamente ajustado al movimiento cíclico total de la familia de la naturaleza
Reificación:
            La fabricación, el trabajo del homo faber, consiste en reificación. Esta potencial multiplicación, inherente al trabajo, es diferente en principio de la repetición que es característica de la labor, la multiplicación a diferencia de la mera repetición, amplia algo que ya posee una relativamente estable y permanente existencia en el mundo. Esta cualidad de permanencia del modelo o imagen, de estar allí antes de que comience la fabricación y de seguir después de que esta haya acabado, sobreviviendo a todos los posibles objetos de uso a los que ayuda a dar existencia, tiene una enorme influencia en la doctrina de Platón sobre las ideas eternas.
            El proceso de la fabricación está en si mismo determinado enteramente por las categorías de medios y fin. La cosa fabricada es un producto final en el doble sentido de que el proceso de producción termina allí (“el proceso desaparece en el producto”, dice Marx) y de que solo es un medio para producir un fin. En el proceso de fabricación el fin esta fuera de duda: llega cuando se añade al artificio humano una cosa nueva por completo y lo suficientemente durable como para permanecer en el mundo en concepto de entidad independiente.

Intrumentalidad y Animal Laborans:
            Los mismos instrumentos, que solo aligeran y mecanizan la labor del animal laborans, los diseña e inventa el homo faber para erigir un mundo de cosas, y su adecuación y precisión están dictadas por finalidades tan “objetivas” como desee y no por exigencias y necesidades subjetivas. Útiles e instrumentos son objetos tan intensamente mundanos que su empleo sirve como criterio para clasificar a civilizaciones enteras. Por lo tanto, para el animal laborans, como está sujeto y constantemente ocupado con los devoradores procesos de la vida, la duración y estabilidad del mundo se hallan representadas por los útiles e instrumentos, y en una sociedad de laborantes, los útiles asumen algo más que un simple carácter instrumental de función.
Instrumentalidad y Homo Faber:
Los útiles instrumentos del homo faber, de los que surge la más fundamental experiencia de instrumentalidad, determinan todo el trabajo y la fabricación. Aquí sí que es cierto que el fin justifica los medios; más aun, los produce y los organiza. El fin justifica la violencia ejercida sobre la naturaleza para obtener el material, como la madera justifica la muerte del árbol y la mesa la destrucción de la madera. Debido al producto final, se diseñan los útiles y se inventan los instrumentos, y el mismo producto final organiza el propio proceso de trabajo, decide los especialistas que necesita, la medida de cooperación, el número de ayudantes, etc. Durante el proceso de trabajo, todo se juzga en términos de conveniencia y utilidad para el fin deseado, y para nada más.
            Esta perplejidad, inherente a todo utilitarismo consciente, la filosofía del homo faber por excelencia, cabe diagnosticarla en teoría como innata incapacidad para comprender la diferencia entre utilidad y pleno significado, que expresamos lingüísticamente mediante la distinción entre “con el fin de” y “en beneficio de”. “En beneficio de” la utilidad en general juzga el homo faber y realiza todo “con el fin de”. El utilitarismo antropocéntrico del homo faber ha encontrado su mayor expresión en la formula kantiana de que ningún hombre debe convertirse en medio de un fin, que todo ser humano es un fin en sí mismo.
El mercado de cambio:
            A diferencia del animal laborans, cuya vida social carece de mundo y es semejante al rebaño, el homo faber está plenamente capacitado para tener una esfera pública propia, aunque no sea una esfera política, propiamente hablando. Su esfera pública es el mercado de cambio, donde puede mostrar los productos de sus manos y recibir la estima que se debe. Esta tendencia se relaciona estrechamente y es probable que no esté menos enraizada que la “propensión a la permuta, trueque e intercambio de una cosa por otra”, que según Adan Smith, diferencia al hombre de animal, solo encuentra su propia relación con otras personas mediante el intercambio de productos.
            Históricamente, la ultima esfera pública, el último lugar de reunión relacionado al menos con la actividad del homo faber, es el mercado de cambio en el que exhibe sus productos. La sociedad comercial, característica, de las primeras etapas de la Época Media o del comienzo del capitalismo, surgió de esta “conspicua producción” con su concomitante apetito de universales posibilidades de trueque y permuta, y su fin llego con el auge de la labor y de la sociedad laboral que reemplazo a la conspicua producción y su orgullo por el “conspicuo consumo” y su concomitante vanidad. La sociedad comercial, o el capitalismo en sus primeras etapas, aun poseía un vehemente espíritu competitivo y adquisitivo, sigue regida por los modelos del homo faber. Cuando este sale de su aislamiento, aparece como mercades y comerciante y establece el mercado de cambio. En la medida en que el homo faber fabrica objetos de uso, no solo los produce en privado aislamiento, sino también para uso privado, y así aparecen y emergen en la esfera pública cuando se convierten en artículos de primera necesidad en el mercado de cambio. Solo es en el mercado de cambio, en el que todo puede permutarse por otra cosa donde todas las cosas, sean productos de la labor o del trabajo, bienes de consumo u objetos de uso, necesarios para la vida del cuerpo o convenientes para la vida de la mente, se convierten en “valores”. Este valor consiste solamente en la estima de la esfera pública donde las cosas aparecen como artículos de primera necesidad, y ni la labor, el trabajo, el capital, el beneficio o el material conceden tal valor a un objeto, sino solo y exclusivamente la esfera pública donde aparece para ser estimado, solicitado o despreciado. Valor es la cualidad que una cosa nunca puede tener en privado, pero que lo adquiere automáticamente, en cuanto aparece en público.
            Dicho con otras palabras, los valores, a diferencia de las cosas, actos o ideas, nunca son los productos de una específica actividad humana, sino que cobran existencia siempre que cualquiera de tales productos se lleva a la siempre modificada relatividad de cambio entre los miembros de la sociedad.
La permanencia del mundo y la obra de arte:
            Entre las cosa que confieren al artificio humano la estabilidad sin la que no podría ser un hogar de confianza para los hombres, se encuentran ciertos objetos que carecen estrictamente de utilidad alguna y por lo tanto desafían la igualizacion mediante un denominador común como es el dinero, si entran en el mercado de cambio, si precio se fija arbitrariamente. Y lo que es más, el propio comercio de una obra de arte es para no usarla, por el contrario, debe separarse cuidadosamente de los objetos de uso ordinario para que alcance su lugar adecuado en el mundo. La fuente inmediata de la obra de arte es la capacidad humana para pensar, como su tendencia al trueque y permuta es la fuente de los objetos de cambio, y como su habilidad para usar es el origen de las cosas de uso.

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