Universidad
Central de Venezuela
Facultad
de Ciencias Jurídicas y Políticas
Escuela
de Ciencias Políticas y Administrativas
Seminario
“Contemporaneidad del pensamiento político de Hannah Arendt”
Profesor:
Edgar Pérez
Resumen
4:
Capítulo
4 de “La Condición Humana”
Alumno: Díaz, Cesar
Caracas,
agosto de 2013
El
carácter duradero del mundo:
El trabajo de nuestras manos, a
diferencia del trabajo de nuestros cuerpos- el homo faber que fabrica y literalmente “trabaja sobre” diferenciado
del animal laborans que labora y
“mezcla con”-, fabrica la interminable variedad de cosas cuya suma total
constituye el artificio humano. Principalmente, aunque no de manera exclusiva,
se trata de objetos para el uso que tienen ese carácter durable exigido por
Locke para el establecimiento de la propiedad, el “valor” que Adam Smith
necesitaba para que el intercambio mercantil, y que dan testimonio de su
productividad, que para Marx era prueba de naturaleza humana. El carácter
duradero del artificio humano no es absoluto, ya que el uso que hacemos de él,
aunque no lo consumamos, lo agota. Lo que el uso agota es el carácter duradero.
Este carácter duradero da a las
cosas del mundo su relativa independencia con respecto a los hombres que las
producen y las usan, su “objetividad” que las hace soportar, “resistir” y
perdurar, al menos por un tiempo, a voraces necesidades y exigencias de sus
fabricantes y usuarios, contra la subjetividad de los hombres se levanta la
objetividad del mundo hecho por el hombre más bien que la sublime indiferencia
de una naturaleza intocada, cuya abrumadora fuerza elemental, por el contrario,
les obliga a girar inexorablemente en el circulo de su propio movimiento
biológico, tan estrechamente ajustado al movimiento cíclico total de la familia
de la naturaleza
Reificación:
La fabricación, el trabajo del homo faber, consiste en reificación. Esta
potencial multiplicación, inherente al trabajo, es diferente en principio de la
repetición que es característica de la labor, la multiplicación a diferencia de
la mera repetición, amplia algo que ya posee una relativamente estable y
permanente existencia en el mundo. Esta cualidad de permanencia del modelo o
imagen, de estar allí antes de que comience la fabricación y de seguir después
de que esta haya acabado, sobreviviendo a todos los posibles objetos de uso a
los que ayuda a dar existencia, tiene una enorme influencia en la doctrina de Platón
sobre las ideas eternas.
El proceso de la fabricación está en
si mismo determinado enteramente por las categorías de medios y fin. La cosa
fabricada es un producto final en el doble sentido de que el proceso de
producción termina allí (“el proceso desaparece en el producto”, dice Marx) y
de que solo es un medio para producir un fin. En el proceso de fabricación el
fin esta fuera de duda: llega cuando se añade al artificio humano una cosa
nueva por completo y lo suficientemente durable como para permanecer en el
mundo en concepto de entidad independiente.
Intrumentalidad
y Animal Laborans:
Los mismos instrumentos, que solo
aligeran y mecanizan la labor del animal
laborans, los diseña e inventa el homo
faber para erigir un mundo de cosas, y su adecuación y precisión están
dictadas por finalidades tan “objetivas” como desee y no por exigencias y
necesidades subjetivas. Útiles e instrumentos son objetos tan intensamente
mundanos que su empleo sirve como criterio para clasificar a civilizaciones
enteras. Por lo tanto, para el animal
laborans, como está sujeto y constantemente ocupado con los devoradores
procesos de la vida, la duración y estabilidad del mundo se hallan
representadas por los útiles e instrumentos, y en una sociedad de laborantes,
los útiles asumen algo más que un simple carácter instrumental de función.
Instrumentalidad
y Homo Faber:
Los
útiles instrumentos del homo faber,
de los que surge la más fundamental experiencia de instrumentalidad, determinan
todo el trabajo y la fabricación. Aquí sí que es cierto que el fin justifica
los medios; más aun, los produce y los organiza. El fin justifica la violencia
ejercida sobre la naturaleza para obtener el material, como la madera justifica
la muerte del árbol y la mesa la destrucción de la madera. Debido al producto
final, se diseñan los útiles y se inventan los instrumentos, y el mismo producto
final organiza el propio proceso de trabajo, decide los especialistas que
necesita, la medida de cooperación, el número de ayudantes, etc. Durante el
proceso de trabajo, todo se juzga en términos de conveniencia y utilidad para
el fin deseado, y para nada más.
Esta perplejidad, inherente a todo
utilitarismo consciente, la filosofía del homo
faber por excelencia, cabe diagnosticarla en teoría como innata incapacidad
para comprender la diferencia entre utilidad y pleno significado, que
expresamos lingüísticamente mediante la distinción entre “con el fin de” y “en
beneficio de”. “En beneficio de” la utilidad en general juzga el homo faber y realiza todo “con el fin
de”. El utilitarismo antropocéntrico del homo
faber ha encontrado su mayor expresión en la formula kantiana de que ningún
hombre debe convertirse en medio de un fin, que todo ser humano es un fin en sí
mismo.
El
mercado de cambio:
A diferencia del animal laborans, cuya vida social carece
de mundo y es semejante al rebaño, el homo
faber está plenamente capacitado para tener una esfera pública propia,
aunque no sea una esfera política, propiamente hablando. Su esfera pública es
el mercado de cambio, donde puede mostrar los productos de sus manos y recibir
la estima que se debe. Esta tendencia se relaciona estrechamente y es probable
que no esté menos enraizada que la “propensión a la permuta, trueque e
intercambio de una cosa por otra”, que según Adan Smith, diferencia al hombre
de animal, solo encuentra su propia relación con otras personas mediante el
intercambio de productos.
Históricamente, la ultima esfera pública,
el último lugar de reunión relacionado al menos con la actividad del homo faber, es el mercado de cambio en
el que exhibe sus productos. La sociedad comercial, característica, de las
primeras etapas de la Época Media o del comienzo del capitalismo, surgió de
esta “conspicua producción” con su concomitante apetito de universales
posibilidades de trueque y permuta, y su fin llego con el auge de la labor y de
la sociedad laboral que reemplazo a la conspicua producción y su orgullo por el
“conspicuo consumo” y su concomitante vanidad. La sociedad comercial, o el
capitalismo en sus primeras etapas, aun poseía un vehemente espíritu
competitivo y adquisitivo, sigue regida por los modelos del homo faber. Cuando este sale de su
aislamiento, aparece como mercades y comerciante y establece el mercado de
cambio. En la medida en que el homo faber
fabrica objetos de uso, no solo los produce en privado aislamiento, sino
también para uso privado, y así aparecen y emergen en la esfera pública cuando
se convierten en artículos de primera necesidad en el mercado de cambio. Solo
es en el mercado de cambio, en el que todo puede permutarse por otra cosa donde
todas las cosas, sean productos de la labor o del trabajo, bienes de consumo u
objetos de uso, necesarios para la vida del cuerpo o convenientes para la vida
de la mente, se convierten en “valores”. Este valor consiste solamente en la
estima de la esfera pública donde las cosas aparecen como artículos de primera
necesidad, y ni la labor, el trabajo, el capital, el beneficio o el material
conceden tal valor a un objeto, sino solo y exclusivamente la esfera pública
donde aparece para ser estimado, solicitado o despreciado. Valor es la cualidad
que una cosa nunca puede tener en privado, pero que lo adquiere
automáticamente, en cuanto aparece en público.
Dicho con otras palabras, los
valores, a diferencia de las cosas, actos o ideas, nunca son los productos de
una específica actividad humana, sino que cobran existencia siempre que
cualquiera de tales productos se lleva a la siempre modificada relatividad de
cambio entre los miembros de la sociedad.
La
permanencia del mundo y la obra de arte:
Entre las cosa que confieren al
artificio humano la estabilidad sin la que no podría ser un hogar de confianza
para los hombres, se encuentran ciertos objetos que carecen estrictamente de
utilidad alguna y por lo tanto desafían la igualizacion mediante un denominador
común como es el dinero, si entran en el mercado de cambio, si precio se fija
arbitrariamente. Y lo que es más, el propio comercio de una obra de arte es
para no usarla, por el contrario, debe separarse cuidadosamente de los objetos
de uso ordinario para que alcance su lugar adecuado en el mundo. La fuente
inmediata de la obra de arte es la capacidad humana para pensar, como su
tendencia al trueque y permuta es la fuente de los objetos de cambio, y como su
habilidad para usar es el origen de las cosas de uso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario