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Capítulo VI: La
tradición revolucionaria y su tesoro perdido
El último capítulo de la obra
arendtiana sugiere un análisis un poco más específico y delimitado en cuanto a
latitud geográfica se refiere; ya que la autora se enfocará en dilucidarnos con
una explicación argumentada la línea de tradición revolucionaria que en
Norteamérica (Estados Unidos) se iría dando en la justa medida que los
acontecimientos en pleno desarrollo se forjaban. Se intenta también brindar una
explicación acerca del comportamiento revolucionario que dicha tradición misma
(con sus protocolos y estructuras predeterminadas) traería consigo; recordando
al ideal primigenio planteado por aquella Revolución; la instauración de la
libertad en su máxima expresión en conjunto aún incipiente sistema político
republicano con instituciones y fundamentos particulares. Desde la óptica y
perspectiva europea no se le brindó una importancia considerable al proceso
revolucionario norteamericano; el hecho de haberse fecundado la libertad
producto de una revolución le resta importancia en el panorama internacional a
Estados Unidos como unidad política republicana y a su constitución como tal;
solapando el curso ideal y prestigio en cuanto a su política exterior. Se
genera un proceso de segregación entre los conformantes en su seno de aquella
sociedad civil en cuanto a sus libertades de asociación y libertades políticas,
ya que esta última vendrá representada por el nivel con el que los ciudadanos
participen en materia gubernamental; es decir en él propiamente, cuando nos
referimos expresamente a la libertad política; vendrá determinada por este
hecho (nivel de participación en el gobierno).
En términos tradicionalistas;
fungen ciertas caracterizaciones del ciudadano estadounidense en relación al
concebir pretérito de su acción y su identidad misma ya que siempre se ha
concebido como esa organización que solo una vez abolida esa colonización
inglesa; pudo aventurarse a la creación de todo aquel proceso que terminaría
con la instauración de ese sistema republicano que conocemos. Una acotación muy
clara a la que Arendt nos hace referencia es al carácter “Público” de esa
Revolución; ya que este habría quedado sucumbido en el mismo momento en que la
República norteamericana surgiese; no obstante se puede derivar de ello el
hecho de no poder incluir a la misma Revolución Americana dentro del factor que
permitiera la identificación de sus tradiciones con respecto a sus homólogos
nacionales alrededor de todo el Mundo; esta Revolución no pudo irradiar esa
pretensión universal de validez identificativa para con el plano internacional.
Si bien consecuencialmente de la
Revolución misma derivaron una serie de libertades ciudadanas y sociales,
propicias y vulnerables al goce y satisfacción de aquella ciudadanía que ahora
poseía un bienestar propio. No hay que obviar un principio que le da sustento
al proceso, y fenómeno revolucionario como tal, es el hecho del “Acto constitutivo”
o bien conocido también como “Acto de constitución” en donde se englobaran
todos los protocolos estructurales políticos, económicos y sociales en cuanto a
organización y bases constitutivas de los espectros antes mencionados.
La autora distingue entre varias
concepciones que se ameritan comprender para no perder sentido alguno de su hilo
conductor teorético, pues bien distingue entre la “Democracia”, aquella que en
un tiempo atrás fue entendida como forma de gobierno; en claro contraste con la
acepción más moderna que sugiere la libertad individual y ciudadana para el ejercicio de la elección,
correlacionándose con otro de los términos de Arendt: “Opinión Pública” ya que
la democracia misma es entendida o incluso vista como una expresión absoluta y
certera de los ciudadanos ante dicha opinión; donde exista ese carácter
subyacente coaligado a ella de libertad de la expresión. Sin embargo el
absoluto direccionar del pensamiento fracciona y coloca en segundo plano a
opiniones diversas. Por su lado se trastocan las diferenciaciones existentes
entre el interés y la opinión; pues se le atribuye al interés un carácter
representativo de lo colectivo propiamente, es un elemento político que
colabora en el accionar y desarrollo político como tal, por su parte la opinión
es un elemento más particular e individual; pero imbricado a procesos que
conforman a lo colectivo.
Se dice por medo de la autora que
hubo una frustración en cuanto al pensar revolucionario y sus lineamientos y
postulados una vez sucedido el proceso de la revolución como tal, pues
bien; la disyuntiva estuvo en el
concebir ahora al hecho revolucionario, ya que no se le otorgaría dicha
continuidad indispensable a esos elementos que permitirían una estabilidad
plena. Arendt le otorga especial
atención al papel profesional dentro de la revolución; es decir a aquellos que
por medios profesionales la desarrollan y llevan a cabo; donde acudiendo a la
ejemplificación rusa en cuanto a su revolución dada; derroca fehacientemente
ese rol profesional en los procesos cargados de sujeta franqueza y naturalidad
que se vieron representados en los movimientos de las masas suscitados,
siempre dentro de las filas revolucionarias (siguiendo el ejemplo tomado) se
distinguirían riñas en cuanto a la consecución del poder, partidos y sindicatos
(espacios que en ese momento no fomentaban la representación política, sino
ejemplificaban lucha y el accionar vehemente) fueron entendidos como empresas
para la libertad. No obstante su verdadera objetivación fue la que pudo
otorgarles a los asiduos armas para la concreción de aquella tan anhelada
libertad.
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