martes, 10 de septiembre de 2013

WILBER ROSAL- Ensayo final. El "trabajo" desde la perspectiva de H. Arendt.



EL “TRABAJO” DESDE LA PERSPECTIVA DE HANNA ARENDT

En su obra La Condición Humana, Hannah Arendt en su obra titulada “La Condición Humana” analiza las tres actividades del ser humano que configuran la esfera de la vita activa, las cuales son: la labor, el trabajo y la acción. En este trabajo nos ocuparemos de estudiar a profundidad una de estas, el trabajo.

Según la autora el “trabajo” (junto con la labor) estuvo siempre, confinado en el ámbito de lo privado a causa de su fundamental indignidad. Ciertamente que ya en el “trabajo” aparece un factor de libertad (considerada para Arendt como la más humana de todas las características), pero la auténtica libertad sólo se da en el ámbito de la vida pública. El concepto de trabajo está profundamente relacionado con el concepto de construcción del mundo. Mediante el trabajo, el hombre fabrica la infinidad de cosas que constituyen el artificio humano. Arendt señala que con el “trabajo” el hombre o el homo Faber comienza a ser verdaderamente humano, ya que aquí tiene la posibilidad de producir un mundo de cosas. Es así como Arendt señala que la mundanidad, es decir, la pertenencia al mundo, es uno de los aspectos característicos de la condición humana. El mundo es en este sentido, el producto del quehacer humano, que, enfrentándose o apoyándose en la naturaleza, produce todo el artificio humano cultural en cuyo seno nos desenvolvemos. Este enfrentamiento del homo faber con la naturaleza, sobre la cual ejerce una violencia para elaborar sus productos, es inevitable, ya que el homo faber siempre ha sido un destructor de la naturaleza. Por eso éste actúa como si fuese el amo y señor de la Tierra y como si en ésta todo estuviese a su servicio.

Por el trabajo, el ser humano produce su propia existencia no natural, es decir, aquello que es creado por él mismo, resultado de su propio esfuerzo, que se superpone, a la naturaleza. Este es punto característico del trabajo ya que según la autora, esta es la actividad que corresponde a lo no natural de la existencia del hombre, a lo no dado previamente por la naturaleza. Podemos afirmar entonces, que por el trabajo el hombre crea o produce su propia condición mundana, es decir, la mundanidad es algo que el hombre se da a sí mismo y no proviene de lo natural o de lo dado.

Así pues, desde la perspectiva del trabajo, podemos definir al ser humano como un ente cultural que habita un entorno que él mismo se ha dado, un mundo que ha creado con su trabajar, y en el cual no sólo la naturaleza en general es transformada para obtener el artificio humano, sino que su propio cuerpo es también objeto de toda clase de manipulaciones y alteraciones, desde el vestido, los adornos y los maquillajes, hasta los diferentes modelajes que el cuerpo sufre a través de dietas, ejercicios, etc. Pero si el hombre tiene la capacidad de crear y modelar su entorno, también tiene la capacidad para destruir la obra de sus manos. Considero que este es un tipo de libertad, si bien no la más importante para Arendt, si una característica esencial del homo faber, la libertad para crear y destruir.

Otra de las características fundamentales del mundo de cosas producidas por el hombre es el carácter duradero de los productos salidos de sus manos. En este punto Arendt introduce el concepto de la reificación de las cosas. Este es un proceso mediante el cual un nuevo objeto, producto del trabajo del homo faber y una vez constituido como parte nueva del mundo, se independiza. Esto ocurre porque los objetos que el hombre fabrica están hechos para durar y permanecer en el tiempo, no para ser consumidos. De modo que los objetos manufacturados por el homo faber, se presentan ante éste con cierta independencia, ya que los mismos pueden permanecer en el mundo por largo tiempo, el cual únicamente estará determinado por el uso que se le dé a éstos. Así encontramos gran cantidad de objetos de uso cotidiano y por supuesto numerosos monumentos y obras de arte, que se han conservado de generación en generación.

Todo esto nos lleva a la consideración del carácter instrumental de las cosas mundanas. Para Arendt, la instrumentalidad es el uso de medios para lograr un fin.  Todo instrumento es un medio para alcanzar un fin: el producto. Según esto, la primera creación humana sería la de los útiles e instrumentos, a partir de los cuales el homo faber habría podido comenzar a erigir un mundo duradero y estable. Siguiendo a la autora podemos afirmar entonces, que el homo faber vive en un mundo básicamente instrumental, en el cual, crea primero útiles e instrumentos, los cuales son los medios para alcanzar los fines, en su defecto, nuevos productos. Al respecto Arendt señala que en un mundo donde la utilidad es la norma suprema, todo pierde su valor ya que el carácter instrumental de los objetos los hace caer en una espiral sin fin ya que todo producto una vez finalizado, se convierte en un medio para fabricar otro producto nuevo. 

El homo faber hace y produce, a partir de la actividad manual, y esto mediante un proceso en el cual, a partir de un modelo ideal emplea una serie de medios aptos para lograr un fin que no es otro que el producto acabado, que integra la infinita variedad del artificio mundano. Este modelo ideal es el que sirve de guía al proceso de fabricación, es exterior a él, y no queda destruido o agotado en el proceso mismo, como por ejemplo sí desaparecen los apremios vitales que motivan el laborar (hambre, sed, frio, etc), una vez que han sido satisfechos. Esto queda demostrado en el hecho de que podemos representarnos una imagen mental cuantas veces lo deseemos. Esto abre la posibilidad de multiplicar el producto indefinidas veces en la realidad. Sin embargo la contemplación del modelo o imagen mental no nos conduce inevitablemente a iniciar el proceso (trabajo) de su producción.

Teniendo en cuenta todas estas características del trabajo podríamos afirmar que el homo faber  goza de una independencia que el laborante no conoce. En efecto, podríamos vivir sin trabajar, pero no sin el esfuerzo cotidiano de la labor. Es por ello, que podría considerarse el trabajo como el primer impulso del ser humano en cuanto tal, es decir, la primera actividad propiamente humana. A pesar de lo anterior, hay una mutua relación de complementariedad entre el animal laborans, el homo faber y también del hombre de acción. El animal laborans alivia el esfuerzo del homo faber y los hombres que actúan necesitan del poeta, del artista, de los que hacen monumentos, del homo faber para que la historia, producto de la actividad, sobreviva y llegue a las nuevas generaciones.



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