martes, 10 de septiembre de 2013

Jennifer Mujica, Cap VI

La Tradición Revolucionaria y su Tesoro Perdido
Capítulo VI

Arendt, insiste con un planteamiento de darle claridad a lo que realmente se debe tildar como “revolución” por lo que una “revolución” lejos de realizar la constitución de la libertad, no han sido capaces ni de crear garantías constitucionales para los derechos y libertades civiles. La distancia existente entre tiranía y gobierno constitucional limitado es tan grande como la que hay entre gobierno limitado y libertad, los derechos civiles y libertad política, son dos puntos distintos, la libertad política, significa el derecho a participa en el gobierno, o no significa absolutamente nada.
El pensamiento conceptual complejo fueron las bases sobre las que se construyó la república americana y no fue la experiencia que por su propia vatu dio nacimiento a la república. Sin embargo, es menos cierto que el interés por la teoría y el pensamiento político desapareció una vez que la república fue instaurada. Esto llevó a que la revolución americana haya sido estéril para la política mundial. Lo que se perdió, como consecuencia de esta incapacidad para el pensamiento y el recuerdo, fue el espíritu público.
Lo que ha quedado en América, una vez que había sido olvidado el espíritu revolucionario, fueron las libertades civiles, el bienestar individual del mayor número y la opinión pública como la fuerza más importante que gobierna la sociedad democrática e igualitaria. Esta transformación se corresponde a la invasión de la esfera pública por parte de la sociedad; es como si principios que fueron políticos en su origen (libertad pública, felicidad pública, espíritu público) se hubieron transformado avalores sociales.
Lo más importante es el de fundación (en la revolución), el espíritu revolucionario contiene 2 elementos irreconciliables. El acto de fundar un nuevo cuerpo político, de proyectar la nueva forma de gobierno, conlleva una profunda preocupación por la estabilidad y la durabilidad de la nueva estructura. (Novedad y estabilidad).
El problema de la estabilidad y durabilidad preocupó el espíritu de la edad moderna. Por esto, la república le parecía la mejor forma de gobierno a los pensadores pre-revolucionarios, no por su carácter igualitario, sino porque prometía gran durabilidad. La democracia se identificaba con inestabilidad y por la disposición natural a gobernarse por la opinión pública y los sentimientos de las masas.
Lo importante luego de las revoluciones, era la constitución de la libertad que precedía a la liberación y crear una institución perdurable. Si bien la revolución americana había dado la libertad al pueblo, no había acertado a procurar un espacio donde pudiese ejercerse esa libertad. El gobierno federal, representativo, eclipsó en parte la autoridad política de los municipios y a sus asambleas. Los fundadores no entendieron la importancia política de los municipios y no haberlos incorporado en las constituciones estatales o en la federal fue uno de los descuidos trágicos de la historia política posterior a la revolución.
En cuanto a  la representación fue uno de los temas más fundamentales de la política moderna a partir de la época de las revoluciones. La alternativa tradicional entre la representación como una simple sustituto de la acción directa del pueblo; y como un gobierno de los representantes del pueblo sobre el pueblo controlado popularmente, por otro lado, constituye un dilema sin solución.
Los  representantes electos están tan vinculados a las instrucciones recibidas que su reunión sólo tiene por objetivo ejecutar la voluntad de sus señores, entonces el gobierno ha degenerado en simple administración, la esfera pública se ha esfumado; los asuntos públicos son aquellos que dicta la necesidad y deben ser decididos por expertos; si por el contrario, se concibe a los representantes como gobernantes, designados por un determinado período de tiempo, la distinción secular entre gobernante y gobernado que la revolución se había propuesto abolir por medio de la república se afirma de nuevo, una vez más el pueblo no es admitido a la esfera pública.
En el  tiempo lo que salvó a EEUU del despotismo colectivo fue el mecanismo del gobierno (rotación de oficio), pero este mecanismo no pudo salvar al pueblo del letargo y de la desatención de los asuntos públicos, ya que la constitución ofrecía espacio público sólo a los representantes del pueblo, pero no el pueblo mismo.
Lo que para los americanos, fue una experiencia pre revolucionaria, de organización en municipios, para Francia fue el resultado inesperado de la propia revolución, clubs y sociedades donde la libertad podía ser manifestada y ejercitada por los ciudadanos. Estos primeros órganos de una república que nunca llegó a existir, tuvieron un triste final. Fueron aplastados por el gobierno central y centralizado, no porque supusiesen una amenaza real para él, sino porque su sola existencia significaba una competencia para el poder público. 
En el caso americano, Jefferson se dio cuenta de que el peligro mortal para esta república era que la constitución había dado todo el poder a los ciudadanos sin darles la oportunidad de ser republicanos o de actuar como ciudadanos. El peligro consistía en haber dado todo el poder al pueblo a título privado y en no haber establecido ningún espacio donde pudieran conducirse como ciudadanos.
Según Jefferson, el principio mismo del gobierno republicano exigía la subdivisión de los condados en distritos, lo que el llamó el “sistema de distritos”., la creación de pequeñas repúblicas gracias a las cuales todo hombre de estado pudiese llegar a ser un miembro activo del gobierno. Estas pequeñas repúblicas constituirían la espina dorsal de la gran república. De otra forma, no podría realizarse el principio de gobierno republicano, al que Arendt adhiere. La propuesta de Jefferson significaba más una nueva forma de gobierno que una simple reforma.
Si el fin último de la revolución era la libertad y la constitución de un espacio público donde pudiera manifestarse la libertad, entonces las repúblicas elementales de los distritos, el único lugar tangible donde cada uno podía ser libre constituía realmente el fin de la gran república, cuyo principal objetivo debiera ser poner a disposición del pueblo tales lugares de libertad y protegerlos. 
Durante el curso de la revolución francesa, aparece una forma nueva de gobierno que se parecía de manera asombrosa al sistema de distritos de Jefferson.
La revolución francesa dio entrada en la escena de la política a un personaje nuevo, el revolucionario profesional, cuya vida estaba dedicada no a la agitación revolucionaria, sino al estudio y a la reflexión. Estos contemplaban y analizaban la desintegración progresiva del estado y de la sociedad, pero poco hacían para precipitarla y dirigirla. Sin embargo, el papel de los revolucionarios profesionales no consiste en hacer una revolución, sino en llegar al poder una vez que aquella se ha producido. La influencia de los revolucionarios profesionales sobre el curso real de la revolución ha demostrado ser muy grande. Dado que su aprendizaje fue en la escuela de las revoluciones del pasado, su influencia no será a favor de lo nuevo e inesperado, sino de lo que viene a confirmar el pasado. Como su tarea consiste en asegurar la continuidad de la revolución, tenderán a apoyarse en el precedente histórico. Por lo tanto, no se puede acudir a ninguna tradición revolucionaria para explicar la parición y la reaparición del sistema de consejos a partir de la revolución francesa.
Los consejos eran de carácter espontáneo en su nacimiento y constitución y contradice el modelo de revolución del SXX, planeada por los revolucionarios profesionales. Es cierto que en todos los países donde la revolución no fue derrotada ni seguida por una restauración, la dictadura del partido único, o sea, el modelo propuesto por los revolucionarios profesionales, terminó por prevalecer, pero sólo tras una lucha violenta con los órganos e instituciones de la propia revolución. Los consejos, siempre fueron tanto órganos de orden como de acción y fue su aspiración a fundar el nuevo orden la que los enfrentó a los grupos de revolucionarios profesionales, quienes pretendían rebajarlos al nivel de simples órganos ejecutivos de la actividad revolucionaria.

Desde el punto de vista histórico, los sistemas de partidos y consejos son casi contemporáneos, ambos son consecuencia del dogma moderno y revolucionario de que todos los habitantes de 1 territorio tienen derecho a ser admitidos en la esfera pública y política. Los consejos, a diferencia de los partidos, han surgido siempre del seno de la revolución, han brotado del pueblo como órganos espontáneos para la acción y el orden. Los partidos no han surgido nunca de una revolución.

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