La
Tradición Revolucionaria y su Tesoro Perdido
Capítulo
VI
Arendt,
insiste con un planteamiento de darle claridad a lo que realmente se debe
tildar como “revolución” por lo que una “revolución” lejos de realizar la
constitución de la libertad, no han sido capaces ni de crear garantías
constitucionales para los derechos y libertades civiles. La distancia existente
entre tiranía y gobierno constitucional limitado es tan grande como la que hay
entre gobierno limitado y libertad, los derechos civiles y libertad política,
son dos puntos distintos, la libertad política, significa el derecho a
participa en el gobierno, o no significa absolutamente nada.
El
pensamiento conceptual complejo fueron las bases sobre las que se construyó la
república americana y no fue la experiencia que por su propia vatu dio
nacimiento a la república. Sin embargo, es menos cierto que el interés por la
teoría y el pensamiento político desapareció una vez que la república fue
instaurada. Esto llevó a que la revolución americana haya sido estéril para la
política mundial. Lo que se perdió, como consecuencia de esta incapacidad para
el pensamiento y el recuerdo, fue el espíritu público.
Lo
que ha quedado en América, una vez que había sido olvidado el espíritu
revolucionario, fueron las libertades civiles, el bienestar individual del
mayor número y la opinión pública como la fuerza más importante que gobierna la
sociedad democrática e igualitaria. Esta transformación se corresponde a la
invasión de la esfera pública por parte de la sociedad; es como si principios
que fueron políticos en su origen (libertad pública, felicidad pública,
espíritu público) se hubieron transformado avalores sociales.
Lo
más importante es el de fundación (en la revolución), el espíritu
revolucionario contiene 2 elementos irreconciliables. El acto de fundar un
nuevo cuerpo político, de proyectar la nueva forma de gobierno, conlleva una
profunda preocupación por la estabilidad y la durabilidad de la nueva
estructura. (Novedad y estabilidad).
El
problema de la estabilidad y durabilidad preocupó el espíritu de la edad
moderna. Por esto, la república le parecía la mejor forma de gobierno a los
pensadores pre-revolucionarios, no por su carácter igualitario, sino porque
prometía gran durabilidad. La democracia se identificaba con inestabilidad y
por la disposición natural a gobernarse por la opinión pública y los
sentimientos de las masas.
Lo
importante luego de las revoluciones, era la constitución de la libertad que
precedía a la liberación y crear una institución perdurable. Si bien la
revolución americana había dado la libertad al pueblo, no había acertado a
procurar un espacio donde pudiese ejercerse esa libertad. El gobierno federal,
representativo, eclipsó en parte la autoridad política de los municipios y a
sus asambleas. Los fundadores no entendieron la importancia política de los
municipios y no haberlos incorporado en las constituciones estatales o en la
federal fue uno de los descuidos trágicos de la historia política posterior a
la revolución.
En
cuanto a la representación fue uno de
los temas más fundamentales de la política moderna a partir de la época de las
revoluciones. La alternativa tradicional entre la representación como una
simple sustituto de la acción directa del pueblo; y como un gobierno de los
representantes del pueblo sobre el pueblo controlado popularmente, por otro
lado, constituye un dilema sin solución.
Los representantes electos están tan vinculados a
las instrucciones recibidas que su reunión sólo tiene por objetivo ejecutar la
voluntad de sus señores, entonces el gobierno ha degenerado en simple
administración, la esfera pública se ha esfumado; los asuntos públicos son
aquellos que dicta la necesidad y deben ser decididos por expertos; si por el
contrario, se concibe a los representantes como gobernantes, designados por un
determinado período de tiempo, la distinción secular entre gobernante y
gobernado que la revolución se había propuesto abolir por medio de la república
se afirma de nuevo, una vez más el pueblo no es admitido a la esfera pública.
En
el tiempo lo que salvó a EEUU del
despotismo colectivo fue el mecanismo del gobierno (rotación de oficio), pero
este mecanismo no pudo salvar al pueblo del letargo y de la desatención de los
asuntos públicos, ya que la constitución ofrecía espacio público sólo a los representantes
del pueblo, pero no el pueblo mismo.
Lo
que para los americanos, fue una experiencia pre revolucionaria, de
organización en municipios, para Francia fue el resultado inesperado de la
propia revolución, clubs y sociedades donde la libertad podía ser manifestada y
ejercitada por los ciudadanos. Estos primeros órganos de una república que
nunca llegó a existir, tuvieron un triste final. Fueron aplastados por el
gobierno central y centralizado, no porque supusiesen una amenaza real para él,
sino porque su sola existencia significaba una competencia para el poder
público.
En
el caso americano, Jefferson se dio cuenta de que el peligro mortal para esta
república era que la constitución había dado todo el poder a los ciudadanos sin
darles la oportunidad de ser republicanos o de actuar como ciudadanos. El
peligro consistía en haber dado todo el poder al pueblo a título privado y en
no haber establecido ningún espacio donde pudieran conducirse como ciudadanos.
Según
Jefferson, el principio mismo del gobierno republicano exigía la subdivisión de
los condados en distritos, lo que el llamó el “sistema de distritos”., la
creación de pequeñas repúblicas gracias a las cuales todo hombre de estado
pudiese llegar a ser un miembro activo del gobierno. Estas pequeñas repúblicas constituirían
la espina dorsal de la gran república. De otra forma, no podría realizarse el
principio de gobierno republicano, al que Arendt adhiere. La propuesta de
Jefferson significaba más una nueva forma de gobierno que una simple reforma.
Si
el fin último de la revolución era la libertad y la constitución de un espacio
público donde pudiera manifestarse la libertad, entonces las repúblicas
elementales de los distritos, el único lugar tangible donde cada uno podía ser
libre constituía realmente el fin de la gran república, cuyo principal objetivo
debiera ser poner a disposición del pueblo tales lugares de libertad y
protegerlos.
Durante
el curso de la revolución francesa, aparece una forma nueva de gobierno que se
parecía de manera asombrosa al sistema de distritos de Jefferson.
La
revolución francesa dio entrada en la escena de la política a un personaje
nuevo, el revolucionario profesional, cuya vida estaba dedicada no a la
agitación revolucionaria, sino al estudio y a la reflexión. Estos contemplaban
y analizaban la desintegración progresiva del estado y de la sociedad, pero
poco hacían para precipitarla y dirigirla. Sin embargo, el papel de los
revolucionarios profesionales no consiste en hacer una revolución, sino en
llegar al poder una vez que aquella se ha producido. La influencia de los
revolucionarios profesionales sobre el curso real de la revolución ha
demostrado ser muy grande. Dado que su aprendizaje fue en la escuela de las
revoluciones del pasado, su influencia no será a favor de lo nuevo e
inesperado, sino de lo que viene a confirmar el pasado. Como su tarea consiste
en asegurar la continuidad de la revolución, tenderán a apoyarse en el
precedente histórico. Por lo tanto, no se puede acudir a ninguna tradición
revolucionaria para explicar la parición y la reaparición del sistema de
consejos a partir de la revolución francesa.
Los
consejos eran de carácter espontáneo en su nacimiento y constitución y
contradice el modelo de revolución del SXX, planeada por los revolucionarios
profesionales. Es cierto que en todos los países donde la revolución no fue
derrotada ni seguida por una restauración, la dictadura del partido único, o
sea, el modelo propuesto por los revolucionarios profesionales, terminó por
prevalecer, pero sólo tras una lucha violenta con los órganos e instituciones
de la propia revolución. Los consejos, siempre fueron tanto órganos de orden
como de acción y fue su aspiración a fundar el nuevo orden la que los enfrentó
a los grupos de revolucionarios profesionales, quienes pretendían rebajarlos al
nivel de simples órganos ejecutivos de la actividad revolucionaria.
Desde
el punto de vista histórico, los sistemas de partidos y consejos son casi
contemporáneos, ambos son consecuencia del dogma moderno y revolucionario de
que todos los habitantes de 1 territorio tienen derecho a ser admitidos en la
esfera pública y política. Los consejos, a diferencia de los partidos, han
surgido siempre del seno de la revolución, han brotado del pueblo como órganos
espontáneos para la acción y el orden. Los partidos no han surgido nunca de una
revolución.
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