Universidad
Central de Venezuela
Facultad
de Ciencias Jurídicas y Políticas
Escuela
de Ciencias Políticas y Administrativas
Seminario
“Contemporaneidad del pensamiento político de Hannah Arendt”
Profesor:
Edgar Pérez
Resumen
6:
Capítulo
6 de “La Condición Humana”
Alumno: Díaz, Cesar
Caracas,
septiembre de 2013
En el capitulo final se hace algunas
consideraciones en cuanto a la vita
activa en la Época Moderna, iniciando con la afirmación de que tres sucesos
determinaron la época moderna, como lo fueron el descubrimiento de América, la
Reforma que significo la expropiación y a su vez acumulación de riquezas, por último
la invención del telescopio acompañada también de un avance tecnológico, donde
se llego a la conclusión de que la tierra no es el centro del universo sino que
forma parte de este. Donde estas consideraciones son las que van a perfilar las
conductas en la época moderna, aunque estarán determinadas principalmente por la
aceptación de los hombres son habitantes de la tierra y habitantes de su país,
también aceptan el hecho de la que tierra es muy grande y que deben
ampliar sus conocimientos sobre esta.
Luego surge el tema de la duda
universal de Descartes, donde el trabajo del homo faber será el punto importante para conducir a los hombres en
el nuevo conocimiento o mejor dicho en el entendimiento de la nueva tecnología
haciendo a un lado, dejando en segundo plano a la contemplación y el poder de
observar que tenían los hombres hasta ese momento, generando esto que los
hombres trasladaran la capacidad sensorial que tenían en objetos creador por el
hombre para entender el mundo. Esto provoco que la duda, el desconocimiento y
la desconfianza dieran lugar a una crisis donde la conservación de las cosas
genera un estancamiento, obteniendo así
la propiedad privada una importancia bastante alta para su condición política, dando
paso a una pérdida de la fe, esta fe no pertenece a la espiritualidad, por lo
tanto decantando en la mundanidad de la Época Moderna. Todo esto se dio por la
nueva imagen que tenía el hombre de sí mismo, donde la alienación no se da
hacia el mismo hombre, sino hacia el mundo, haciendo que el surgimiento de
nuevas clases sociales hicieran que la acumulación de riquezas las cuales
podían ser transformadas en capital a través de la labor, hicieran que el animal laborans estuviera sujeto a
necesidades que no son naturales del proceso biológico del hombre, sino que
estuvieran sujetas a procesos externos.
Se modifica la seguridad social por
la solidaridad social que regia a la familia, dando como resultado un sujeto
colectivo.
La razón de que la vida se afirmara
como fundamental punto de referencia en la Época Moderna y de que siga siendo
el supremo bien de la sociedad moderna, radica en que la inversión moderna
opero en la estructura de una sociedad cristiana cuya creencia principal en la
sacralidad de la vida ha sobrevivido a la secularización y a la general decadencia
de la fe cristiana.
Fue precisamente la vida individual
la que paso a ocupar el puesto que tenía en otro tiempo la “vida” del cuerpo
político, y la frase de san Pablo “la muerte es el premio del pecador” resuena
en Cicerón cuando dice que la muerte es la recompensa de los pecados cometidos
por las comunidades políticas que se crearon para durar eternamente.
Resulta mucho más apropiado el hecho
de que en la posterior filosofía cristiana, en particular en santo Tomas, el
trabajo se convirtió en deber para quienes no tenían otros medios de
subsistencia. De todos modos, lo cierto es que la Época Moderna siguió actuando
bajo el supuesto de que la vida, y no el mundo, es el supremo bien del hombre.
La victoria del animal laborans no había sido completa si el proceso de secularización,
la moderna perdida de la fe que inevitablemente origino la duda cartesiana, no
hubiera desprovisto a la vida individual de su inmortalidad, o al menos de su
certeza de inmortalidad. El hombre moderno, cuando perdió la certeza de un
mundo futuro, se lanzo dentro de sí mismo y no del mundo.
La
única cosa que podía ser potencialmente inmortal, tan inmortal como el cuerpo
político en la antigüedad y la vida individual durante la Edad Media, era la
vida misma, es decir, el posiblemente eterno proceso vital de la especie humana.
Si
comparamos el Mundo Moderno con el pasado, la perdida de la experiencia humana
comprometida en este desarrollo es sorprendente. No es solo, ni de manera
primordial, la contemplación lo que ha pasado a ser una experiencia desprovista
por completo de significado. El propio pensamiento, cuando se convirtió en
“calculo de consecuencias”, paso a ser una función del cerebro, con el
resultado de que los instrumentos electrónicos sirven mucho mejor para cumplir
estas funciones. No tardo en entenderse la acción –y así continua- casi
exclusivamente como hacer y fabricar, con la diferencia de que hacer, debido a
su mundanidad e inherente indiferencia por la vida, se considero como otra
forma de laborar, una función más complicada pero no más misteriosa del proceso
de la vida.
Ni
que decir tiene que esto no significa que el hombre moderno haya perdido sus
capacidades o esté a punto de perderlas. Al margen de lo que nos diga la
sociología, la psicología y la antropología sobre el “animal social”, los
hombres persisten en hacer, fabricar y construir, aunque estas facultades se
restrinjan cada vez más a las habilidades del artista, de manera que las existencias
concomitantes a la mundanidad escapan cada vez mas de la experiencia humana corriente.
De modo similar, la capacidad para la acción, al menos en el sentido de
liberación de procesos, sigue en nosotros, aunque se ha convertido en
prorrogativa exclusiva de los científicos.
Por
último, el pensamiento –que, siguiendo la tradición premoderna y moderna, hemos
omitido de nuestra reconsideración de la vita
activa- todavía es posible, y sin duda real, siempre que los hombres vivan
bajo condiciones de libertad política. Por desgracia, y contrariamente a los
que se suele creer de la proverbial e independiente torre de marfil de los
pensadores, no existe ninguna otra capacidad humana tan vulnerable, y de hecho
es mucho más fácil actuar que pensar bajo un régimen tiránico
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