Universidad
Central de Venezuela
Facultad
de Ciencias Jurídicas y Políticas
Escuela
de Estudios Políticos y Administrativos
Seminario:
Contemporaneidad del Pensamiento político de Hannah Arendt
Autor: Larry Tadino
Ensayo:
El espacio público en Hannah Arendt.
La
construcción de un espacio público, en donde unos cuantos actores se darán el
derecho de isegoría y de isonomía, es el origen de la teoría
política. De ese extraordinario hecho brota el bios theoreticos o forma de vida reflexiva y expresada en el
diálogo entre iguales. Una vida que
quiere darse a sí el mejor gobierno, o cuando menos colaborar en la arquitectura
de ese nomos que la polis emite.
La aparición
del espacio público significa la vida con libertad, por eso para Arendt, la
existencia de los ciudadanos arranca del momento en que se presentan en el
espacio de la polis. La aparición de un ciudadano en el espacio público funda
su libertad. Arendt no utiliza la expresión vita activa en el sentido
aristotélico o agustiniano de bios politikos. Esta era una vida de los
que no estando sujeto a los negocios de la vida doméstica y productiva podían
dedicarse al ocio regio, al arte de gobernar la polis. Ese era el espacio en que Aquiles devenía agente de
grandes hechos y orador de las grandes palabras para acceder a la inmortalidad.
Según
el pensamiento griego, la capacidad del hombre para la organización política no
es sólo diferente, sino que se halla en directa oposición a la asociación
natural cuyo centro es el hogar (oikia) y la familia. El nacimiento de
la ciudad-estado significó que el hombre recibía «además de su vida privada,
una especie de segunda vida, su bios politikos. Ahora todo ciudadano
pertenece a dos órdenes de existencia, y hay una tajante distinción entre lo
que es suyo (idion) y lo que es comunal (koinon).
La polis
es el ámbito del hablar y actuar en común (acción). En ella rigen la libertad y
la igualdad y su tarea es crear y mantener el cuerpo artificial de lo político.
Tenemos "derecho a tener
derechos" y a ser tratado como libres e iguales en la esfera pública, no
en el ámbito de lo doméstico. Por esfera
pública ella entiende dos fenómenos estrechamente relacionados.
En
este sentido, la acción se corresponde con “la condición humana de pluralidad”,[1]
es decir, con el hecho de que el hombre vive como un ser “distinto y único
entre iguales”.[2] El
hombre no sólo presenta distinciones como los demás seres vivos sino que,
además, puede diferenciarse. Es justamente su capacidad de acción lo que le
permite revelar su “única distintividad”,[3]
sin la cual su vida no podría ser considerada
como humana. La “unicidad”[4]
propia del hombre se basa en la
iniciativa inherente a la acción, la posibilidad de comenzar algo nuevo, por lo
cual es posible esperar de él lo inesperado, lo “infinitamente improbable”.[5]
Pero la acción para Arendt no puede concebirse
sin el acompañamiento de palabras (incluso llega a sotener que la mayoría de
los actos suelen realizarse como discurso -en la polis el interés se habría
desplazado de la acción al discurso, el cual era entendido principalmente como
un medio de persuasión).
Siguiendo
las palabras de Arendt podemos apreciar que no todo espacio público es
inmediatamente un espacio político. Es decir, el espacio público es más amplio
que el espacio político, por lo cual este último comparte todas las
características del espacio público pero con alguna especificidad que al mismo
tiempo lo distingue de éste. Analicemos entonces las características del
espacio público y la peculiaridad del espacio político. El espacio público es
el mundo común, no identificable con la naturaleza, que está constituido por
los diversos objetos que fabrica el hombre y por la trama de relaciones
humanas. El espacio público es este mundo común que mantiene unidos y, al mismo
tiempo, separados a los hombres, y en donde cada uno ocupa una posición
diferente al de al lado; por ello la diversidad de perspectivas o pluralidad es
irreductible y constitutiva del espacio público.
El término ‘público’ significa el propio mundo, en cuanto es común
a todos nosotros y diferenciado de nuestro lugar poseído privadamente en él.
Este mundo, sin embargo, no es idéntico a la Tierra o a la naturaleza, como el
limitado espacio para el movimiento de los hombres y la condición general de la
vida orgánica. Más bien está relacionado con los objetos fabricados por las
manos del hombre, así como con los asuntos de quienes habitan juntos en el
mundo hecho por el hombre. Vivir juntos en el mundo significa en esencia que un
mundo de cosas está entre quienes lo tienen en común, al igual que la mesa está
localizada entre los que se sientan alrededor; el mundo, como todo lo que está
en el medio, une y separa a los hombres al mismo tiempo[6]
El espacio público,
entonces, es un mundo común que reúne y separa a los hombres, y que se
caracteriza por la publicidad más amplia posible, es decir por el hecho de que
puede ser visto y oído por todos. Esta publicidad hace referencia a la visibilidad de las cuestiones que se tematizan en su
interior, y esta misma visibilidad, garantiza a su vez la posibilidad de que
todas las personas puedan juzgar o examinar críticamente lo que en su interior
sucede, y en este sentido, el espacio público implica también una accesibilidad o apertura de carácter formal.
Puede apreciarse, entonces, que el espacio político requiere del
establecimiento de leyes, que posibiliten la interacción entre iguales en el
espacio público, y que al mismo tiempo lo doten de cierta perdurabilidad porque
sin un marco legal o institucional el espacio público se encuentra en un estado
precario y en constante peligro de desaparecer. En este sentido, la función de
las leyes “no tenía que consistir solamente en proteger los derechos,
sino también en actuar como muros de contención para proteger la estabilidad
del mundo humano”[7].
En otras palabras, para la constitución de un espacio político es necesario un
marco institucional de leyes, que asegure la permanencia y la estabilidad de un
espacio público de interacción entre iguales. Esta fue la tarea que
emprendieron, sin mayor éxito, los revolucionarios del siglo XVIII a quienes “aún
les parecía natural la necesidad de una constitución que fijase los límites de
la nueva esfera política y definiese las reglas que la gobernasen, así como la
necesidad de fundar y constituir un nuevo espacio político donde las
generaciones futuras pudiesen ejercitar sin cortapisas la ‘pasión por la
libertad pública’ o la ‘búsqueda de la felicidad pública’ […] que consistía en
el derecho que tiene el ciudadano a acceder a la esfera pública”[8]. Desde la perspectiva de
Arendt, entonces, en contraste con el carácter espontáneo del espacio público,
el espacio político se caracteriza por una delimitación institucional que
otorga estabilidad a las interacciones entre las personas. Consideramos que
esta distinción entre espacio público y espacio político es fundamental para la
comprensión de la obra de Arendt y que aporta nueva luz para analizar el
derrotero de la esfera pública y de la política en la época moderna.
[1] Arendt, Hannah: La Condición Humana,
Paidos, 1993, Barcelona, p. 19.
[2] Ibid., p. 237.
[3] Ibid., p. 234.
[4] Ibid.
[5] Ibid., p. 236.
[6] Arendt, Hannah: La
condición humana, p. 61-62.
[7]
Canovan, Margaret: “Hannah Arendt como pensadora conservadora”, p. 58.
A pesar de que no acordamos con la hipótesis general de Canovan según la
cual el pensamiento de Arendt revestiría de una faceta conservadora, el
artículo de esa autora resulta de interés para mostrar el papel destacado que
en el pensamiento de Arendt ocupa la necesaria institucionalidad -leyes,
derechos, constituciones, propiedad- y limitación del espacio político.
[8] Arendt, Hannah: Sobre la revolución, p. 125-127.
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