martes, 10 de septiembre de 2013

Ensayo: El espacio público en Hannah Arendt


Universidad Central de Venezuela
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Escuela de Estudios Políticos y Administrativos
Seminario: Contemporaneidad del Pensamiento político de Hannah Arendt


Autor: Larry Tadino


Ensayo: El espacio público en Hannah Arendt.

La construcción de un espacio público, en donde unos cuantos actores se darán el derecho de isegoría y de isonomía, es el origen de la teoría política. De ese extraordinario hecho brota el bios theoreticos o forma de vida reflexiva y expresada en el diálogo entre iguales. Una vida  que quiere darse a sí el mejor gobierno, o cuando menos colaborar en la arquitectura de ese nomos que la polis emite.
La aparición del espacio público significa la vida con libertad, por eso para Arendt, la existencia de los ciudadanos arranca del momento en que se presentan en el espacio de la polis. La aparición de un ciudadano en el espacio público funda su libertad. Arendt no utiliza la expresión vita activa en el sentido aristotélico o agustiniano de bios politikos. Esta era una vida de los que no estando sujeto a los negocios de la vida doméstica y productiva podían dedicarse al ocio regio, al arte de gobernar la polis. Ese era el espacio en que Aquiles devenía agente de grandes hechos y orador de las grandes palabras para acceder a la inmortalidad.

            Según el pensamiento griego, la capacidad del hombre para la organización política no es sólo diferente, sino que se halla en directa oposición a la asociación natural cuyo centro es el hogar (oikia) y la familia. El nacimiento de la ciudad-estado significó que el hombre recibía «además de su vida privada, una especie de segunda vida, su bios politikos. Ahora todo ciudadano pertenece a dos órdenes de existencia, y hay una tajante distinción entre lo que es suyo (idion) y lo que es comunal (koinon).

            La polis es el ámbito del hablar y actuar en común (acción). En ella rigen la libertad y la igualdad y su tarea es crear y mantener el cuerpo artificial de lo político. Tenemos  "derecho a tener derechos" y a ser tratado como libres e iguales en la esfera pública, no en el ámbito de lo doméstico.  Por esfera pública ella entiende dos fenómenos estrechamente relacionados.

            En este sentido, la acción se corresponde con “la condición humana de pluralidad”,[1] es decir, con el hecho de que el hombre vive como un ser “distinto y único entre iguales”.[2] El hombre no sólo presenta distinciones como los demás seres vivos sino que, además, puede diferenciarse. Es justamente su capacidad de acción lo que le permite revelar su “única distintividad”,[3]  sin la cual su vida no podría ser considerada como humana. La “unicidad”[4]  propia del hombre se basa en la iniciativa inherente a la acción, la posibilidad de comenzar algo nuevo, por lo cual es posible esperar de él lo inesperado, lo “infinitamente improbable”.[5]

 Pero la acción para Arendt no puede concebirse sin el acompañamiento de palabras (incluso llega a sotener que la mayoría de los actos suelen realizarse como discurso -en la polis el interés se habría desplazado de la acción al discurso, el cual era entendido principalmente como un medio de persuasión).

 Siguiendo las palabras de Arendt podemos apreciar que no todo espacio público es inmediatamente un espacio político. Es decir, el espacio público es más amplio que el espacio político, por lo cual este último comparte todas las características del espacio público pero con alguna especificidad que al mismo tiempo lo distingue de éste. Analicemos entonces las características del espacio público y la peculiaridad del espacio político. El espacio público es el mundo común, no identificable con la naturaleza, que está constituido por los diversos objetos que fabrica el hombre y por la trama de relaciones humanas. El espacio público es este mundo común que mantiene unidos y, al mismo tiempo, separados a los hombres, y en donde cada uno ocupa una posición diferente al de al lado; por ello la diversidad de perspectivas o pluralidad es irreductible y constitutiva del espacio público.
El término ‘público’ significa el propio mundo, en cuanto es común a todos nosotros y diferenciado de nuestro lugar poseído privadamente en él. Este mundo, sin embargo, no es idéntico a la Tierra o a la naturaleza, como el limitado espacio para el movimiento de los hombres y la condición general de la vida orgánica. Más bien está relacionado con los objetos fabricados por las manos del hombre, así como con los asuntos de quienes habitan juntos en el mundo hecho por el hombre. Vivir juntos en el mundo significa en esencia que un mundo de cosas está entre quienes lo tienen en común, al igual que la mesa está localizada entre los que se sientan alrededor; el mundo, como todo lo que está en el medio, une y separa a los hombres al mismo tiempo[6]

            El espacio público, entonces, es un mundo común que reúne y separa a los hombres, y que se caracteriza por la publicidad más amplia posible, es decir por el hecho de que puede ser visto y oído por todos. Esta publicidad hace referencia a la visibilidad de las cuestiones que se tematizan en su interior, y esta misma visibilidad, garantiza a su vez la posibilidad de que todas las personas puedan juzgar o examinar críticamente lo que en su interior sucede, y en este sentido, el espacio público implica también una accesibilidad o apertura de carácter formal.

Puede apreciarse, entonces, que el espacio político requiere del establecimiento de leyes, que posibiliten la interacción entre iguales en el espacio público, y que al mismo tiempo lo doten de cierta perdurabilidad porque sin un marco legal o institucional el espacio público se encuentra en un estado precario y en constante peligro de desaparecer. En este sentido, la función de las leyes  “no tenía que consistir solamente en proteger los derechos, sino también en actuar como muros de contención para proteger la estabilidad del mundo humano”[7]. En otras palabras, para la constitución de un espacio político es necesario un marco institucional de leyes, que asegure la permanencia y la estabilidad de un espacio público de interacción entre iguales. Esta fue la tarea que emprendieron, sin mayor éxito, los revolucionarios del siglo XVIII a quienes “aún les parecía natural la necesidad de una constitución que fijase los límites de la nueva esfera política y definiese las reglas que la gobernasen, así como la necesidad de fundar y constituir un nuevo espacio político donde las generaciones futuras pudiesen ejercitar sin cortapisas la ‘pasión por la libertad pública’ o la ‘búsqueda de la felicidad pública’ […] que consistía en el derecho que tiene el ciudadano a acceder a la esfera pública”[8]. Desde la perspectiva de Arendt, entonces, en contraste con el carácter espontáneo del espacio público, el espacio político se caracteriza por una delimitación institucional que otorga estabilidad a las interacciones entre las personas. Consideramos que esta distinción entre espacio público y espacio político es fundamental para la comprensión de la obra de Arendt y que aporta nueva luz para analizar el derrotero de la esfera pública y de la política en la época moderna.





[1] Arendt, Hannah: La Condición Humana, Paidos, 1993, Barcelona, p. 19.
[2] Ibid., p. 237.
[3] Ibid., p. 234.
[4] Ibid.
[5] Ibid., p. 236.
[6]   Arendt, Hannah: La condición humana, p. 61-62.
[7] Canovan, Margaret: “Hannah Arendt como pensadora conservadora”, p. 58. A pesar de que no acordamos con la hipótesis general de Canovan según la cual el pensamiento de Arendt revestiría de una faceta conservadora, el artículo de esa autora resulta de interés para mostrar el papel destacado que en el pensamiento de Arendt ocupa la necesaria institucionalidad -leyes, derechos, constituciones, propiedad- y limitación del espacio político.
[8] Arendt, Hannah: Sobre la revolución, p. 125-127.

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